Nace una estrella
Madrid, (EFE).- “Esta es más guapa”. El público ha dictado sentencia. En el Museo del Prado de Madrid, miles de personas se arremolinan cada día en torno a la Gioconda pintada en el taller de Leonardo, cuya restauración ha revolucionado el mundo del arte.
Diez días después de su presentación oficial, la tabla de nogal, sobre la que un discípulo de Da Vinci pintó esta bellísima copia luce como una estrella en medio de tantas obras maestras.
Un simple cordel aleja al bullicioso público de esta otra Gioconda. Apenas un metro separa al impaciente turista de la enigmática sonrisa, frente a la urna de cristal, que protege a la original en el Louvre. Sin llegar a las aglomeraciones de la parisina, la madrileña tiene siempre varias decenas de personas alrededor.
Flanqueada por una Pieta de Sebastiano del Piombo y la Última Cena de Agostino Carracci, la Mona Lisa es hoy el centro de atención de un museo que recibe cada año a casi tres millones de personas.
Esta Gioconda fue pintada en el taller de Leonardo, por uno de sus discípulos y de forma simultánea a la original del Louvre.
El repinte que ocultó el paisaje es posterior a 1750, es decir, se hizo ya en España. Su periplo no es tan accidentado como la del Louvre, de ahí su buen estado de conservación, al que se suma la excelente restauración a la que acaba de ser sometida.
Está documentada su presencia en la Corte española al menos desde 1666. Habitó en el Alcázar de Madrid, se salvó de un incendio en 1734 y no entró a formar parte del Prado hasta 1819.
El catálogo de 1821 la califica como “Retrato desconocido de señora” y lo atribuye a Leonardo. Cinco años después, ya se le identifica como el “Retrato de Mona Lisa”.
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