La producción de alimentos se convierte hoy en uno de los pilares fundamentales para el desarrollo de los países.
El Movimiento Campesino de Base (MCB) acuñó - en 1992 en Bolivia y apropósito de los 500 años de resistencia de los pueblos- esto que suena un llamado decisivo: “sin soberanía alimentaria no hay soberanía política”. Cuatro años antes de que la FAO y la Vía Campesina lanzaran sus versiones sobre este concepto en la primera Cumbre Mundial de Alimentos de 1996 en Roma.
Ese es uno de los varios descubrimientos del investigador Adalberto Kopp en su libro: Organizaciones indígenas campesinas y la soberanía alimentaria, contexto nacional e internacional, que en breve será presentado al público. El Centro de Servicios Agropecuarios y Socio Comunitarios (CESA) es la institución responsable de la publicación.
Respecto a la tesis del MCB, en su momento una línea de acción política sindical de gran influencia en la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos (CSUTCB), Kopp señala que se trató de una propuesta de avanzada (para 1992) y que por cierto quedó en el total olvido.
Hoy, como consecuencia de la crisis alimentaria que amenaza al mundo, el tema de la soberanía alimentaria deja al descubierto dos miradas contrapuestas sobre el modo de producción y el estilo de vida que proyectan los pueblos y, por lo tanto, concentra un alto contenido político. “El gran problema es agricultura campesina versus agroindustria; agricultura para la alimentación versus agricultura para el negocio, donde todo vale”, dice Kopp.
El autor expresa una crítica abierta al modelo agroindustrial, extractivista, deforestador frente a la agricultura campesina que sustentó durante siglos la soberanía alimentaria de los pueblos y que aún hoy es la base esencial de la producción de alimentos en el mundo.
¿REVOLUCIÓN VERDE?
El texto de más de cien páginas, sintetiza la trayectoria histórica que ha seguido la soberanía alimentaria desde la perspectiva de los pueblos rurales así como la contradictoria “revolución verde” que se ha convertido en el gran armazón de las transnacionales del agro negocio y que, lamentablemente la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) ha asumido como el modelo “ideal”.
La “revolución verde” confunde incluso a algunos dirigentes campesinos que creen que si habla de “revolución” es buena y si es “verde”, mucho mejor. Pero está claro que es esta “revolución” apunta a una “agricultura depredadora, monoproductora, quimificada, mecanizada y tirada a la exportación”, remarca Kopp.
“En fin de cuentas, la soberanía alimentaria lucha por el derecho de existencia de los pueblos del campo”, afirma el autor tras recordar cómo desde la Segunda Guerra Mundial, las diferentes corrientes desarrollistas han ido socavando la base material de existencia de los pueblos del campo. Hoy existe un marcado afán por apropiarse de las tierras de los campesinos y dominar el comercio de tierras, advierte el autor.
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