Combate de La Laguna

Uno de los guerrilleros más notables de la guerra de la independencia fue sin duda el esforzado patriota don Manuel Ascencio Padilla.

Muy joven, Padilla tomó cartas en la revolución redentora de América del Sur. En sus viajes frecuentes a Chuquisaca, contrajo relación con Moreno, Monteagudo, Lemoine, Arenales y otros patriotas, quienes lo iniciaron en las nuevas ideas, despertando en su alma el fuego del patriotismo.

“Con Castelli estuvo en Guaqui, con Belgrano en Tucumán, Salta, Vilcapugio y Ayohuma. Su vida no fue sino un continuo combate.

En Chuquisaca se casa con una encantadora niña, doña Juana Azurduy, la que tomó grande afición por la vida guerrera, que fue ella la incomparable compañera de su esposo en los campos de batalla”.

En 1816 Padilla, situado en la provincia de Tomina, tenía amagada a la ciudad de Chuquisaca, a la que atacaba sin cesar con una audacia inaudita, intentando asaltos frecuentes que terminaban en combates encarnizados en los que la sangre de realistas y patriotas corría a torrentes.

El centro de las operaciones era el pueblo de La Laguna, hoy ciudad Padilla, donde tenía reconcentrado el grueso de sus tropas montoneras. Las rápidas y atrevidas maniobras de este jefe audaz tenían alarmadas a las autoridades realistas de Chuquisaca, quienes determinaron emprender una activa campaña para hacerle desaparecer de la escena.

Para el efecto enviaron contra él al batallón “Guardia del General”, conocido generalmente con el nombre de los “Verdes” por el color del uniforme que constantemente llevaba. Era de línea, fuerte de 800 plazas y estaba mandado por el teniente coronel don Pedro Herrera, “bizarro y distinguido oficial, notable por sus conocimientos militares, valiente hasta la temeridad, pero tachado de cruel y de mirar con gran menosprecio a los americanos”.

Este batallón fue a reunirse con las fuerzas que mandaba el coronel José Santos La Hera, entre las cuales se hallaba el célebre batallón “Centro” a órdenes del teniente coronel Baldomero Espartero.

La Hera avanzó con todas estas fuerzas hasta el pueblo de La Laguna, que Padilla había abandonado días antes para situarse en el punto de San Julián, a dos leguas de distancia hacia el sur.

El jefe patriota con el propósito de cortar al enemigo de su línea de comunicaciones con Chuquisaca, dividió sus fuerzas en tres columnas que las situó en otros tantos puntos, la primera a órdenes de su esposa doña Juana, en el pueblo del Villar, a fin de que cubriese la izquierda de su línea de operaciones. Tenía doña Juana una guardia de amazonas que la acompañaba siempre; 30 fusileros criollos y 100 indios armados de hondas, palos y flechas. La segunda columna, formada de 40 fusileros, 30 lanceros y 700 indios, a órdenes del comandante Jacinto Cueto, la destinó a Sopachuy, para que cubriese la derecha del campo de sus operaciones.

La tercera columna al mando de don José Serna, formada de 450 fusileros y 200 indios, se sitúo en Tarabuco, sobre el mismo camino a Chuquisaca.

Ordenó Padilla a Cueto y Serna que simultáneamente empezasen a hostilizar al enemigo que, como hemos dicho, ocupaba La Laguna.

El 3 de marzo de 1816 se rompieron las hostilidades.

Padilla a la cabeza de sus huestes, emprendió el ataque general, avanzando y retrocediendo y sin comprometer una acción decisiva, puesto que sus fuerzas eran inferiores en calidad y armamentos a las del enemigo.

La Hera, que no estaba desprevenido, repelió el ataque, emprendiendo con ímpetu la contraofensiva, obligando a Padilla a retirarse después de haber experimentado grandes pérdidas.

No fueron menos las del jefe español, quien conociendo que los patriotas nunca lo esperarían a pie firme, no intentó siquiera perseguirlos, limitándose a cortarles la retirada, para cuyo efecto fue a estrellarse contra el pueblo del Villar, donde, como veremos, sufrió un serio descalabro, infligido por doña Juana Azurduy de Padilla.

EL DIARIO, 3 de marzo de 1923.

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