Juan Bautista Del C. Pabón Montiel
Franz Tamayo Solares deviene de un misterio, similar al bing bang que dio vida al Universo. Como ese misterio es único e irrepetible, Tamayo arriba un 28 de febrero de 1879 a las alturas andinas, portador de mensajes sublimes en los que no sólo venera a su raza, sino que el idioma de Cervantes lo maneja y enriquece, crea neologismos, introduce el diamante en su poesía, elevándola al sacro cosmos de la literatura universal.
Muy pocos autores desnudan la poesía tamayana, pues ella no es un símil de la conocida hasta hoy. A veces, son reglas las que usa el insigne bardo boliviano nacido en La Paz, otras en forma aparentemente desproporcionada las rompe, pero al mismo tiempo crea, dando una luz perpetua al vocabulario.
Don Franz avasalla contra toda razón - aparentemente - las conocidas prosas de los grandes de la literatura mundial. Y en ese supremo quehacer tamayano, el idioma resucita cual galaxia que nace creando otras dimensiones, con un pensamiento claro, rectilíneo, puro en su conducta, en su voz y finalmente en la misma concepción de sus pensamientos.
“Creación de la Pedagogía Nacional” es una línea maestra, testimonial, doctrinaria y de grande contenido filosófico sobre lo que necesita la nación, sobre cuál sería la receta para un país tan marcado por la fuerza de la raza aymara - quechua y el mestizaje profundo que hace de Bolivia una novedad ecléctica. Tamayo Solares, psicólogo profundo, sociólogo nato y políglota, conoce el alma y el espíritu nacional. Por ello precisamente se honra en darnos fórmulas, encontrando la doctrina cabal para el país.
“Creación de la Pedagogía Nacional” es un texto que todavía no ha sido entendido, no se lo ha estudiado, con grandes aciertos, y tiene que tener sus errores, de tiempo y espacio. La magistral obra tiene vigencia, estableciendo el oro de la doctrina, en el año 1910.
Tamayo Solares no duerme,/ vigía solemne,/ ilumina el suelo patrio con el esplendor de los siglos,/ Sol indio,/ piedra ancestral,/ su voz se alza en todos los momentos cruciales,/ cual rectora eterna a los errores./ Excelso y sublime,/ profeta de los tiempos,/ dardo inquieto que supo herir la felonía casual./ Ácido y feroz,/ la historia ha canonizado su estirpe, su nombre en los altares patrios./
Nos inclinamos reverentes ante el misterio cósmico que se llamó ¡Franz Tamayo Solares!
Puerto Suárez - Santa Cruz, Bolivia.
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