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Después de tres meses, volví al Naiclú “Malena” de la ciudad de El Alto invitado por mis amigos yatiris Wayruru, Calimán y Titirico, organizadores de un debate acerca de la Pena de Muerte que es exigida por muchos pobladores de esa ciudad y de otras, para frenar la criminalidad que creció mucho en todo el país.
Fue mi comadre cochabambina quien me convenció para asistir al mencionado evento cultural, asegurándome que al concluir el debate habría un entusiasta bailongo en honor a los futuros fusilados, ahorcados, o condenados a la silla eléctrica que podría comenzar a funcionar en Bolivia siempre que el Gobierno se comprometiera a aumentar el potencial energético de nuestro país.
Ella y yo vestimos nuestras mejores galas para asistir a un acto tan importante, aunque tuve que cambiar mis galas por un traje de luto que ella me prestó y que había pertenecido a su finado esposo, no sin antes achicármelo porque el cochabambino (que en paz descanse) era de talla superior y “mastuco”.
Montamos en mi motocicleta Harley Davidson y Macacha me condujo hasta El Alto, donde ya se habían producido algunas marchas exigiendo no sólo el cambio de nuestras leyes sino la inmediatez de las mismas.
Al llegar al “Malena” fui cariñosamente recibido por Madame Fru-Fru, quien al besarme cariñosamente me dijo: “creí que ya habías muerto”. Al desmentir su creencia y asegurarle que yo me encontraba vivito y coleando, la estriptisera me aclaró diciendo: “creí que ya habías muerto porque la otra noche escuché que hablaban bien de ti…”.
Varios oradores, intelectuales alteños y uno de Chuma exigieron al Gobierno la reimplantación de la Pena de Muerte en nuestro país, no sólo para los “cogoteros”, violadores y pedófilos, sino para los opositores al Gobierno, que se oponen a la conclusión del camino Cochabamba – Beni pasando por el corazón del TIPNIS.
Concluido el debate e iniciado el baile en honor a los próximos ejecutados, el yatiri Wayruru me pidió una opinión al respecto, respondiéndole con aire de pensador: “No aprobemos la pena de muerte en Bolivia porque ya tenemos bastante con la Pena de Vida”.
El mismo yatiri en un rasgo de humor me preguntó qué haría yo si fuera condenado a muerte. Le respondí que no temo a la muerte, pero en caso de ser condenado al fusilamiento, acudiría sin temor al pelotón de fusilamiento y exclamaría risueño pero firmemente: Pelotón: yo muero, ¡pero nunca me llamarán como a ustedes!
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