Las nuevas noticias sobre los progresos para la igualdad de la mujer muchas veces pueden aproximarse a una fata morgana, ya que se cree que se contenta el pleno derecho de la mujer a la igualdad en todos los ámbitos sin excepción, cuando se nombra mujeres para cargos de ministros, embajadores, viceministros y asesores. Se podría decir que el país que implementa estas medidas es moderno.
Son aparentes logros, ya que la mujer participa en el sector de poder por designación; los resultados de la participación de la mujer por votación no reflejan una expresión de igualdad, de cambio de actitud de los hombres y de la propia población. En Bolivia la participación porcentual de la mujer en el Parlamento aún es reducida.
Lo que se pretende esclarecer en este artículo es si el avance femenino es sostenible y ¿cuál sería la causa que conspira contra este impostergable anhelo?... Existe un distanciamiento o ausencia de percepción entre las mujeres que dirigen y deciden sobre las acciones de un país y el resto de las mujeres, pues este último colectivo social se inclina reticente a ser representado por una mujer dirigente y que ejercita poder, porque supone que no lleva una vida normal y que es antítesis de la rutina del hogar, ya que la mujer dirigente es activa, dialéctica, contestataria y, muchas veces, agresiva con prudencia.
Por estas causales muchas mujeres que no participan en la actividad política, que por esencia es conflictiva y con evidentes vicisitudes, no se identifican con las mujeres líderes. Se podría afirmar que esta situación nos inclina a pensar que la gran sociedad no está preparada para aceptar a las mujeres dirigentes que son un potencial invaluable para mejores días en el mundo, en la vida pública y como líderes.
En nuestra sociedad hay mujeres que dirigen y propugnan grupos de consecución de la igualdad y de los derechos humanos, pero sensiblemente hay ausencia de grupos de apoyo. Para que se produzca una igualdad real los hombres deben capitalizar el aumento de mujeres en el poder y de esta forma modificar definitivamente, para plácemes del mundo, la dominación tradicional del hombre en la mayoría de los estamentos sociales y laborales.
Todavía hay mucho que trabajar para incorporar con plena igualdad al mayor número de mujeres en el sector privado de decisión, lo cual mejorará la percepción de la economía y la mujer con pleno acceso al capital. Sin depender del aval del hombre, decidirá mejor sobre temas económicos para la sociedad y para su propio hogar. Se debe desagregar la influencia del hombre y la mujer en los hogares, propugnando que las decisiones sean participadas y consensuadas, pues está demostrado con estadísticas que los hogares e instituciones dirigidas por la mujer asignan mayor presupuesto e inversión a la educación que los hombres.
Es un trabajo constante, espartano y sin declinaciones cambiar la actitud de la sociedad y se necesita una decisión elevada: reconocer que los dos géneros accedan a las mismas oportunidades en igualdad plena y sin zancadillas invisibles.
El autor es Abogado Corporativo, postgrado en Arbitraje y Conciliación.
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