Caída del prestigio externo del Estado

Al tomar en sus manos las riendas del Estado, el gobierno del presidente Evo Morales causó sorpresa y buen estado de ánimo en países americanos y europeos. Con ese aval hizo un largo periplo por países del viejo continente y Latinoamérica recibiendo elogios y no menos ofertas de jugosas ayudas tanto en sentido financiero como político, en particular para la redacción de una nueva Constituyente por la Universidad de Valencia, que sería estudiada y aprobada por una anunciada Asamblea Constituyente.

La popularidad que por entonces consiguió el nuevo mandatario boliviano -del calificado como “primer gobierno de América y de Bolivia dirigido por un indígena”- alcanzó altos nieles, más aún cuando Evo Morales se presentó ante los gobernantes extranjeros con una chompa a rayas y despojado de toda forma de protocolo. Inclusive logró establecer la moda de las ropas listadas.

Pero tan pronto esa popularidad llegó al más alto nivel, casi de inmediato alcanzó su “punto de inflexión” y enseguida empezó a descender con rapidez, hasta que al presente dicha puntuación muestra acelerada tendencia bajista. Pero si bien el prestigio externo del Estado alcanzó esa cota tan elevada, su prestigio interior empezó a resbalar en un plano inclinado que no se ha frenado y progresa a la misma velocidad del paso del tiempo.

Dicho derrumbe del apoyo externo al Estado boliviano provino de algunos elementos de su mismo seno, como una declaración del canciller David Choquehuanca, que afirmó que las piedras tienen sexo y se reproducen gracias a esa capacidad reproductiva o que unas hojas de coca son más nutritivas que un vaso de leche. Tales opiniones causaron, por supuesto, hilaridad mundial. Enseguida, entre otros deslices oficiales el Presidente del Estado manifestó que la carne de pollo es causante de la homosexualidad humana y que la Coca Cola servía, a lo más, como detergente. Esas expresiones -además de los casos del TIPNIS y los discapacitados- circularon por el mundo, originando burlas no sólo en relación con quienes las expresaron, sino con todo nuestro país.

Por si fuera poco, otros conceptos parecidos también fueron motivo de risas y hasta carcajadas de la opinión mundial. En efecto, las coplas que recitó el mandatario boliviano en las fiestas del pasado Carnaval fueron objeto de gran difusión por todo tipo de medios planetarios de comunicación, por ser su contenido no sólo jocoso sino también agresivo con las damas. Esas coplas carnavaleras -inocentes, según sus corifeos- fueron conocidas por alrededor de cien millones de personas en todas las latitudes, causando no sólo sorpresa, sino también malestar.

Pero, en general, la difusión masiva de semejantes términos no sólo causó la lógica sorpresa y hasta asombro de amplios sectores sociales, sino que, además, el Presidente boliviano perdió la popularidad internacional de la que gozaba hasta entonces. Indiscreciones, tal vez involuntarias, tuvieron efecto contrario al que se podía esperar y, naturalmente, el ridículo sustituyó al prestigio internacional, porque, como es sabido, “de lo sublime a lo ridículo no dista más que un paso”.

Pero lo notable del caso es que no sólo quien pronunció esos conceptos resultó damnificado, sino también quedó en situación ridícula todo el Estado, que enfrenta, en esa forma, una situación poco decorosa ante los ojos del mundo.