Las diversas informaciones estadísticas del Instituto Nacional de Estadística (INE) han terminado de demostrar que Bolivia ha retornado a la condición de dependencia que la había caracterizado durante la primera mitad del Siglo XX. En efecto, vivimos de la importación de más alimentos básicos, bienes de capital e insumos, así como combustibles. Ya no nos autoabastecemos.
La alarmante información fue confirmada por el INE al hacer conocer que en la gestión del año pasado las importaciones alcanzaron (en números redondos) a 7.600 millones de dólares, lo cual significó el 41 por ciento más que el año 2010. Ese dato tiene el agravante de que el volumen de exportaciones tuvo apenas un crecimiento del 29 por ciento. Ese aumento de las importaciones significó para el país la salida de 2.200 millones de dólares más en relación con el año 2010.
Con mayor detalle, se remarca que las importaciones de combustibles tuvieron un incremento extraordinario de 409 millones de dólares, o sea que mientras el 2010 se importó 615 millones de dólares, en el 2011 esa importación subió a 1.025 millones de dólares. Esa cifra significa un récord en la historia económica del país. Es más, el fenómeno adquiere mayor gravedad a medida que pasa el tiempo y, en efecto, sólo en el pasado mes de enero las importaciones de dichos combustibles se incrementaron en 93 por ciento, vale decir el doble que en el mes anterior -siempre según datos del INE.
Mientras por ese lado las importaciones de combustibles (diesel, gasolina especial y gas licuado de petróleo) tuvieron ese altísimo nivel, las importaciones de otros productos siguieron también un ritmo preocupante, pues el año pasado las importaciones crecieron en 41 por ciento, para llegar al total de 7.600 millones de dólares, de los cuales casi la mitad fueron en combustibles.
Resulta en verdad inquietante que Bolivia esté importando gran cantidad de alimentos, ya que no está en condiciones de producirlos, excepto algunos productos de exportación como azúcar, soya o coca (que es industrializada ilegalmente en algunas zonas del país). Las importaciones de alimentos (maíz, trigo, envasados, etc.) subieron de 385 (en 2010) a 564 millones de dólares en el 2011, o sea un incremento de 179 millones de dólares.
En esa forma, los importantes ingresos que tiene el país debido al alza de las cotizaciones internacionales o “efecto precio”, lamentablemente fugan del país, dejándolo en una situación que tiende a un empobrecimiento considerable, cuyos aspectos no tardarán en manifestarse, aunque tal vez ya sea tarde para encontrar solución al problema que se presenta.
En esa forma, mientras el Estado hace derroche de divisas, no se preocupa sino eventualmente por mejorar los diversos rubros de la producción, tales como la minería, la agricultura, hidrocarburos, etc.
En efecto, pese al boom internacional del alza de cotizaciones de toda clase de materias primas, la producción interna del país sigue una tendencia bajista casi imposible de parar, salvo algunas producciones como de la coca, quinua o soya que, por lo demás están destinadas a la exportación, dejando al pueblo sin poder disponer de esos alimentos, en especial la quinua, cuyo precio en el mercado subió de 2 a 20 bolivianos la libra (si es que se la encuentra).
Innegablemente, esa situación económica tiene su reflejo político y consiste en que Bolivia ha vuelto a ser país monoproductor, vale decir ha devenido de nuevo en país colonial dependiente de naciones metropolitanas de alta industrialización. Así, Bolivia habría perdido, después de grandes sacrificios, la independencia económica que había conseguido durante los 50 años pasados.
No es posible aún encontrar las causas de esa situación política y económica en que se encuentra el país, pero los numerosos analistas que tienen acceso a los medios de comunicación seguramente tendrán oportunidad de hacer las aclaraciones del caso. En todo caso, la situación así planteada tiene causas específicas que se las debe encontrar, para evitar los efectos consiguientes.
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