El Día Histórico - 8 de marzo de 1871
Parte II Sus hazañas militares
Doña Juana fue jefe del cuerpo de caballería “Los Leales” que ella organizó, y posteriormente, jefe de los “Húsares”, escuadrón que por mucho tiempo fue el terror de los españoles.
En la primera acción del Villar combatió a la cabeza de sus leales y tomó a los españoles la preciada bandera de la conquista de La Paz, Puno y Arequipa.
En cierta ocasión en la que Padilla iba a concurrir a una conferencia secreta con los realistas, doña Juana le dijo: “Mi fe en ti es completa; pero conozco la astucia de los servidores del rey; si su contacto empañase tu honradez y te desviase del deber, te juro que seré yo quien castigue tu infidencia con la Patria”.
Sorprendida por los dolores del parto en el fragor del combate de Pitantora, dio a luz a su hija Luisa; inmediatamente volvió a montar a caballo y se alejó del campo dejando a su esposo que complete el triunfo. A alguna distancia fue asaltada en un lugar solitario por un soldado Loaiza, de su propia escolta, quien intentó asesinarla y despojarla de su cabalgadura y equipaje; pero ella, sin desprenderse de su hija Luisa, a la que llevaba en el brazo izquierdo, hizo uso de su sable, derribó a Loaiza y a cuatro de sus cómplices; bajó rápidamente del caballo y pasó el Río Grande, llevando siempre a su hija en el brazo izquierdo y sosteniendo con la mano derecha el estandarte arrebatado en plena batalla al comandante Bozo.
En la batalla de Carretas doña Juana combatió con singular valor, y viendo que todos los artilleros habían muerto o estaban heridos, manejó el único cañón e hizo certeros disparos contra el enemigo, hasta que también ella fue herida.
Después de los desastres de 1814, los esposos Padilla andaban fugitivos, compartiendo la suerte de los errantes que aún restaban de los 48 pueblos incendiados. Doña Juana se vio obligada a llevar consigo a sus tiernos hijos por breñas, cordilleras y selvas, por si aún le era dado el salvarlos. Pero presa y enferma en Segura, vio en su regazo muertos a dos de sus hijos. Pasó al Villar y aquí enterró todavía al más pequeñuelo; cuando acudió su esposo, pudo éste dar el último beso al cuarto hijo que también expiró.
En Pomabamba, su esposo cayó en poder de los españoles habiendo sido condenado a muerte. En momentos en que iba ]a ser ejecutado, se presentó doña Juana acompañada sólo por tres hombres. Atacó con ellos a sus enemigos y libró a su esposo del patíbulo.
En la sangrienta batalla del Villar doña Juana fue herida muy al principio; pero ella tuvo suficiente energía para disimular su dolor y la falta de sangre, para reanimar a su gente que huía despavorida a la vista de más de mil cadáveres. La muerte de su esposo, que cayó a su vista, le cegó de furor, hasta que la falta de municiones obligó a los patriotas a ceder el campo.
En la persecución una de las mujeres que formaban la guardia de amazonas de doña Juana fue alcanzada, y al ser confundida con ella, la degollaron,
Con los escasos restos de la guerrilla, doña Juana se retiró al valle de Segura. Allí con Jacinto Cueto, Agustín Ravelo y Esteban Fernández reorganizó su fuerza y sostuvo otra vez la gloriosa campaña, y logró rescatar la cabeza de su esposo, que desde la acción del Villar estuvo clavada de una pica.
El Gobierno argentino le confirió un grado militar
Después se retiró a las provincias argentinas, donde siguió batallando a órdenes del célebre caudillo Güemes, hasta que volvió a la Patria en 1825.
En recompensa por sus servicios el Gobierno argentino confirió a doña Juana Azurduy de Padilla en 1816 el título efectivo de Teniente Coronela del Ejército. Al remitirle este despacho, el general Manuel Belgrano le dirigió un oficio altamente honroso, que reproduciremos a su tiempo, y le obsequió la espada de su uso para que completase su uniforme militar.
En otra crónica narraremos cómo se deslizaron los últimos días de la vida de la heroína y veremos cómo murió olvidada por la Patria, por la que tanto había luchado.
EL DIARIO, 8 de marzo de 1928.
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