Alguien consideró como una broma las afirmaciones de Gualberto Cusi, magistrado del Tribunal Constitucional, pero la mímica y las actitudes adoptadas por el personaje cuando explicaba el inédito método de resolución de causas a través de la hoja de coca, se revelan efectivamente como una burla a la ciudadanía en general, para hacerle ver irónicamente el nuevo poder originario que pesa sobre la Nación y la suerte que espera a ésta bajo el signo de la regresión a tiempos tribales y a la magia ancestral con sus ritos y ensalmos que le son inseparables.
La explicación de Cusi tuvo partes que como ésta que muestran la insólita sustitución del derecho y de las leyes por el azar: “aquí están las opciones A y B -dice, manipulando las hojas- y ahí (en ese momento) se consulta a la coca para ver si vamos a fallar en sentido positivo o negativo (…), en la hoja sale”, es decir, la posición de la coca resuelve el caso.
Por sí sola esta confesión descalifica al nuevo Tribunal Constitucional al demostrar la falta de ubicación jurídica que demuestra padecer y peor aún cuando su propio presidente o algún miembro del mismo intentó defender las expresiones de su colega Cusi ante las cámaras de televisión. ¿De qué ha valido entonces el juramento de los 56 nuevos magistrados, de actuar con estricta sujeción a las leyes -todavía subsistentes- del país?
Ante la circunstancia señalada es pertinente preguntarse, cuál de las universidades ha titulado como abogado y letrado al personaje que nos ocupa y dónde obtuvo varias maestrías académicas que se dice posee. Es necesario que la Asamblea Legislativa exhiba ante el público la documentación pertinente que en la etapa selectiva no la dio a conocer como correspondía. Las revelaciones anotadas vincularían al novel magistrado con una suerte de callawaya o yatiri, que con la administración de Justicia, sustentada en la ciencia cultural del derecho y la jurisprudencia.
Sensiblemente este nuevo giro de los máximos tribunales del país coloca en entredicho el deseo del Primer Mandatario de exportar “el modelo de justicia” boliviano, iniciado a partir de la posesión de la actual cúpula judicial, tal como expresó precisamente en el acto correspondiente en el Auditorio del Banco Central o pudiera ser que el “modelo” exportable radique en recursos alejados de la ley, como el que apareció el día del “acullico”, al cual no podía dejar de sumarse de mejor modo el Tribunal Constitucional.
Alguien también mostraba sus temores de que el caso trascendiera fuera de las fronteras “y que la justicia nacional sea objeto de burla” y se afecte al mismo tiempo el prestigio de la profesionalidad boliviana, pero más allá de ello imaginamos no sólo la sonrisa, apenas disimulada de los gobernantes del exterior y la mayor sensibilidad de lástima de los países vecinos, contemplando los niveles de incongruencia por los que hace pocos años se viene precipitando al país.
No son actitudes aisladas, sino en serie y en cadena expuestas en cuanto evento internacional asisten nuestros gobernantes. Tenemos ahí la defensa a ultranza de la coca, vedada de un continente a otro por sus características, que no es del caso desmenuzar ahora o la recomendación inopinada del ullucu o papalisa como energizante sexual y tantas y tantas otras que dan la vuelta a un mundo sin fronteras como el actual. Hace falta mucha prudencia y buen sentido para gobernar y representar con decoro a nuestro país.
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