Toda persona tiene los más amplios derechos y libertades de emitir opiniones, aunque guardando siempre las formas de tal manera de no herir los derechos humanos. Esa libertad se encuentra, sin embargo, absolutamente limitada a las autoridades de gobierno, en vista de que no sólo responden a sus personas sino porque son representantes de todo el pueblo, de toda la nación, aunque se llame ahora “Estado plurinacional”.
Las coplas que recientemente recitó el presidente Evo Morales han tenido efecto devastador no sólo sobre su popularidad sino sobre la dignidad del cargo que ocupa. Cánticos como “Bartolina Sisa tiene mucha fama, por eso las llevo directo a la cama”, “Este presidente de buen corazón, a todas las ministras les quita el calzón”, o bien “Nuestro presidente muy pícaro es y cambia de chica en un dos por tres”, significaron un exabrupto notable que culminó cuando, cerrando con broche de oro su intervención, el mismo mandatario entonó risueño: ”Mizqueñas, mizqueñas, tienen mucha fama, en carnavales las llevo a la cama. ¡Así que prepararse!”,
Es cierto que la libertad de palabra es respetable, pero no ocurre lo mismo con quienes son objeto de conceptos injuriosos, lo cual obliga al pedido de las rectificaciones del caso, lo cual no ocurrió ni por asumo en lo que se refiere a las mujeres que forman el entorno del Gobierno, quienes ante las ofensivas sugerencias no han dicho esta boca es mía, dejando en vigencia el principio de que “quien calla, otorga”, vale decir confirmando el contenido de las estrofas, ya que de otro manera, hubiesen hecho alguna manifestación de protesta, poniendo a salvo la dignidad de la mujer boliviana.
A esos memorables términos se sumó otro exabrupto, en este caso del canciller Choquehuanca, quien en conferencia de prensa en la sede de la OEA (Washington) -después de sus frases célebres, como que “las piedras tienen sexo y se reproducen” y que “los niños de las escuelas deben preferir mascar coca y no tomar leche”- expuso que el pequeño tubérculo conocido como papalisa tiene virtudes afrodisíacas y que con motivo de la próxima reunión de cancilleres americanos en Cochabamba, en junio próximo, tendrá el placer de invitarles ese producto de tal manera que comprueben los valores de los productos andinos.
La receta mágica de nuestro Canciller cayó como anillo al dedo para desprestigiar a esa autoridad y hacer de Bolivia el hazmerreír internacional, ya que la declaración dio la vuelta el mundo, causando hilaridad, tanto como aquellas frases épicas referidas a que consumir carne de pollo produce homosexualidad, o aludir el uso de la Coca Cola para uso doméstico.
Después de esos deslices diplomáticos, el Canciller no tardó en darse cuenta de que su ataque de buen humor fue un “error” y procedió a pedir disculpas, nueva actitud que causó efecto más contundente y que agravó su conducta oficial, haciendo recordar aquella anécdota del más poderoso rey de Francia, que reunió en París a toda la nobleza europea para un agasajo.
En efecto, antes tres mil nobles, el rey apareció en lo alto de la escalinata llevando un pañuelo en la mano a la altura del hombro y acompañado de la reina. Enseguida, cuando terminó de bajar las gradas empezó a saludar a los invitados, pero en ese momento se le cayó el pañuelo y se inclinó a recogerlo, pero cuando estaba agachado recibió una palmada al final de la espalda de parte de uno de sus asesores.
Entonces el rey se irguió iracundo y preguntó quién había sido el atrevido que se había osado a esa ofensa. Entonces el asesor no tardó en responder: “perdón, su Majestad, creí que era la reina”, explicación que se adecua a los pedidos de perdón de nuestros gobernantes para reducir los alcances de sus palabras.
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