Desde ese fatal 20 de octubre de 1904, del ominoso tratado con Chile, los bolivianos tenemos en mente y corazón una meta que se transmite de generación en generación: la recuperación del Litoral usurpado con rapiña y desigualdad, cuando la fuerza bruta era ley suprema de las naciones, cuando el vencedor sometía sin escrúpulos al vencido. Primaba la voluntad de éste, como ocurrió en la negociación y suscripción del infame tratado que debe ser revisado por necesidad indeclinable e incumplimiento flagrante.
Chile no cederá ni un pedazo de costa ni otra tierra si no es mediante el canje territorial. Poco debemos esperar, pues, apelando a la justicia, tal vez consigamos algo, no con el empleo de la fuerza con la que ellos hacen lo que quieren, sin razón ni escrúpulos. Su escudo lo dice: “por la razón o la fuerza”. Ahí están como pruebas de lo mencionado los campos minados en la frontera con Bolivia, colocando a la región en una situación de conflicto por la conducta agresiva del gobierno de Santiago, que guarda distancias con Argentina, Perú, Bolivia.
Por ello los bolivianos debemos tener una economía saneada y una fuerza armada respetable. Ese es el grito de angustia y de rabia contenida cada vez que el vecino araucano nos da como respuesta una terminante, como cuando el presidente Sebastián Piñera, en julio de 2010, le dijo al vicepresidente Alvaro García Linera que su Gobierno no está dispuesto a negociar la soberanía marítima.
Los chilenos no sólo ocupan y lucran con nuestro rico territorio y costa. Chile nos adeuda: 1) Por las 200 millas de mar territorial existente frente a los cinco grados geográficos del Litoral boliviano. 2) Por los 104 años de uso de las aguas del Silala que sirven desde 1908 a las poblaciones por hoy chilenas de Calama, Chuquicamata y Antofagasta. 3) Por los 50 años del desvío del río Lauca que, sin consentimiento de Bolivia, beneficia desde 1962 al valle de Azapa, aledaño a Arica. 4) Por la construcción y transferencia al Perú, en 1929, de los canales para desvíos de los ríos Mauri y Uchusuma, sin consentimiento de Bolivia. 5) Por no haber dado cumplimiento al artículo 2 del Tratado de 1904, que obliga a Chile a “reconocer los derechos privados” de los bolivianos sobre las propiedades “que en virtud de ese tratado quedaron bajo su soberanía”.
Por otra parte, Piñera convocó a ex presidentes de su país con el propósito de hacer un análisis de las relaciones con el Perú, ya que pronto concluirá el fallo judicial de la Corte de La Haya sobre el diferendo de límites marítimos desde la Guerra del Pacífico, los cuales no están delimitados y son motivo de controversia. Se supone que por justicia, el fallo será favorable al Perú. Entonces, ¿Chile se resignará con el fallo o acudirá al conflicto armado? Todo se puede esperar del Mapocho que ambiciona apoderarse del departamento de Cusco, de sus riquezas y del legendario Machupicchu, y de Bolivia desea el litio. Si se produce un conflicto armado entre peruanos y chilenos, ¿Bolivia mirará de palco?
En nuestro caso, ojalá pronto se interponga la demanda jurídica ante La Haya, ya que la población boliviana así lo desea para acabar con la humillación, y no esperar la Asamblea de la OEA que se reunirá en junio en Cochabamba, pues nada concreto conseguiremos, sólo apoyos circunstanciales.
Se dice que para preparar el memorial de planteamiento de Bolivia contra Chile ante La Haya se ha contratado a jurisconsultos extranjeros. Eso sería lastimar a juristas bolivianos que conocen la causa de nuestro encierro.
Cuando Bolivia progrese económica y militarmente, entonces hablaremos de “igual a igual”, no es racional seguir viviendo de ilusiones como hasta ahora.
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