[Armando Mariaca]

La democracia es orden, la libertad no es libertinaje


En meses más, habremos cumplido treinta años de vida democrática; pero, es preciso reconocer que han sido tres décadas en que si bien se comprobó las grandes ventajas de la democracia que es orden, concordia, disciplina y libertad, también hemos vivido las experiencias de lo contrario, que es anarquía desatada por el desorden y la no convivencia entre bolivianos. En veinticuatro años -1982 a 2006- con gobiernos constitucionales experimentamos diversas situaciones que no siempre fueron las más óptimas porque no se hizo lo que debería hacerse y los regímenes no han actuado conforme a las exigencias del país para remediar lo mal hecho antes y las herencias dejadas por gobiernos de facto.

Desde enero de 2006 a la fecha, si bien vivimos en democracia, el propio gobierno, ensimismado por la soberbia y la petulancia, ha confundido situaciones y términos; tal vez por ser nueva agrupación partidista, tal vez por haber tomado las riendas del poder como clase social, como ambición apetecida durante muchas décadas y por ansias de hacer lo que debería cambiarse, el MAS -Movimiento Al Socialismo- partido fundado por el señor Evo Morales, alcanzó posiciones que antes eran inalcanzables. Pudo hacer mucho en el tiempo transcurrido, pero fue tiempo que pasó en experimentos y posiciones que buscaron imponer cambios sin cambiar previamente quienes deberían ejecutar esas políticas que renueven lo pasado, corrijan yerros habidos y mejoren lo que sea positivo.

La práctica -al estilo de otros regímenes- del “dejar hacer y dejar pasar” por comodidad, desidia, ignorancia o nomeimportismo hizo que el gobierno cometa los mismos errores y, por buscar la práctica de un socialismo extremo, queriendo imitar las prácticas del comunismo de la ex – URSS, tampoco se pudo avanzar y el socialismo tan decantado se hizo más capitalismo del que se ha vivido siempre hasta y después del 2006; es decir, no pudo haber cambio alguno y el país continuó por la misma pendiente de hechos negativos, experiencias sin perspectivas de futuro y práctica de políticas que no se necesita.

Estas situaciones dieron lugar a que se pierda el sentido de unidad nacional; se desoigan las razones de una vida constructiva para trabajar, producir, mejorar la economía, exportar, atraer capitales y conformar, al igual que otros países, instituciones que hagan del trabajo, la disciplina, el orden y la convivencia, puntales de un desarrollo armónico y sostenido. ¿Qué pasó? ¿Es que los grados de soberbia y petulancia han llegado a los peores extremos? ¿Es que el haber confundido libertad con libertinaje hizo que todo se vuelva anarquía y cada quien, al “estilo de una mal aplicada justicia comunitaria”, tendría libre albedrío para hacer lo que sea sin importar Constitución ni leyes y sólo aplicar lo que los instintos mandaban?

El gobierno, por buenas intenciones que mostró en algunos momentos, se vio imposibilitado de poner orden en sus propias filas -casi todas pertenecientes o simpatizantes del MAS- tampoco pudo hacer lo que desde un comienzo debió imponer no sólo en acatamiento de las leyes sino para lograr una convivencia pacífica entre los bolivianos. La anarquía, pues, destruyó las buenas intenciones, desestabilizó a las propias organizaciones sociales, dio paso al peor enemigo de cualquier institución o nación organizada como es el bloqueo que es sinónimo de terrorismo e hizo de las suyas. ¿El gobierno? Imposibilitado de poner freno al “carro desbocado”, nada pudo hacer. Hoy, aunque perdidas las riendas, busca que se impongan principios y valores para el orden, la concertación, el diálogo; pero, tropieza con sus mismos obstáculos porque no encara los conflictos con la celeridad, energía y eficiencia necesarias.

Así los hechos, el país está con el desafío de enfrentar sus verdades: el gobierno, reconociendo sus malas experiencias, debe estar dispuesto a rectificar conductas y hacer realidad su tan decantado “slogan” –cambio- con miras a cumplir sus propias buenas intenciones; el pueblo, con seguridad que responderá a las acciones de las autoridades porque, no se puede permanecer en el error, especialmente cuando hay responsabilidades que cumplir.

¿Críticas al régimen? Con el cúmulo que lleva en sus espaldas, parecería que es suficiente. Ahora, es él que debe entrar en período de rectificaciones y enmiendas no sólo por cumplir consigo mismo sino con el Estado. Y no es endilgando a la oposición -si la hay- o al periodismo o a las instituciones, errores que no cometen sino cumpliendo lo que el propio gobierno se propone sin desdecir sus propias promesas. Lo válido hoy, siempre que esté bien y sea responsable, debe ser válido mañana; de otro modo, las consecuencias serán siempre contrarias a cualquier buen propósito. Hay momentos que son decisivos en la vida nacional y ellos deben ser conducidos por el Presidente y su partido como acto de reivindicación consigo mismo y con el Estado que espera mejores conductas, práctica honesta de la democracia y trocar el libertinaje y la anarquía con los méritos de lo que es la libertad responsable.

 
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