Ana Muñoz Álvarez
“A este niño le hace falta un buen cachete”. ¿Quién no ha oído esta frase alguna vez? ¿Y a quién no le han dado alguno al menos una vez en su vida? Hoy, en muchos países del mundo, el castigo físico a un menor es un delito. Sin embargo, cuando las normas se las lleva a lo absurdo puede ocurrir, como en España, que una madre vaya a la cárcel y se la aleje de su hijo durante un año porque un transeúnte vea un azote, o que tu hija te denuncie por castigarla sin salir de casa.
Ser padre es fácil. Cualquier persona puede ser padre o madre si cumple con unos requisitos físicos mínimos. Sin embargo, educar a un hijo no es tan sencillo. No hay manuales para la educación de los hijos. De hecho, los expertos explican que cada niño es un mundo y lo que sirve para un hijo, para el otro no. Los padres tratan de hacerlo lo mejor posible, a veces, con éxito y otras sin él. La educación es un elemento clave para la convivencia en familia y en sociedad. Sin embargo, algo parece que no va bien cuando cada día crece el número de padres que denuncian a sus hijos por maltrato, cuando cada día hay más incomunicación en las familias.
Mientras el niño es pequeño, hay cierta tranquilidad en la casa. Generalmente, los pequeños son más dóciles y fáciles de llevar. Pero aquí es, insisten los psicólogos, donde hay que hacer un mayor esfuerzo. Hay que empezar a hacer entender que, a veces, las cosas no son como uno quiere. Los niños tienen que saber que no se puede hacer lo que se les antoje, que existen unas normas que hay que cumplir. Así, en la adolescencia tendrá unas bases a las que agarrarse. En esta etapa, el joven está perdido, quiere encontrar su espacio y si puede hablar con sus padres de las dudas que le surjan, pues se creará un vínculo basado en la confianza y la comunicación, y no en el enfrentamiento y la rebeldía.
El proceso de educar a un hijo es costoso y largo. Muchas personas parecen no estar dispuestas a ello. El trabajo, el estrés, la rapidez de la vida… Muchos padres creen que dándole todo lo que necesitan y quieren a sus hijos, estos estarán mejor. Si tienen una consola, ropa, televisión y móvil, tus hijos serán felices y se portarán bien. La realidad, sin embargo, es diferente. Los niños quieren estar con sus padres. Hablar con ellos, jugar, contarles sus problemas y lo que han hecho en la escuela. Esto sin necesidad de convertirse en su mejor amigo. Porque un padre, es un padre y un amigo, un amigo. Para tener un desarrollo integral, todos los niños necesitan unos límites, unas normas y unas rutinas. También, los adolescentes las necesitan. Y los adultos y las sociedades para que la convivencia social sea exitosa. Si se incumple esas reglas, debe de haber un castigo. Eso sí, proporcionado y razonable, y como último recurso en la educación de los hijos. De hecho, el diálogo es la primera elección de los padres. Lejos queda ya el “la letra con sangre entra”. Las familias prefieren hoy solucionar los problemas con la comunicación, el diálogo y la comprensión. Los hijos, además, necesitan su espacio para poder ser ellos mismos. Los padres debemos entender que los hijos no son de nuestra propiedad. No son un objeto más que hemos comprado. Son personas que tienen sus derechos y obligaciones y hay que permitir que puedan desarrollar su propia personalidad.
La autora de esta nota es periodista.
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