[Fernando Untoja Ch.]

¿El caos podría sacudir la macroeconomía?


Todo economista lo primero que hace es hablar de la macroeconomía, luego enciende sus aparatos y con el puntero señala las cifras, a veces lee lo que él mismo ha escrito, en lugar de explicar con el conjunto de conocimientos que posee. Sí, esto es propio del economista experto, que es copiado por los charlatanes en política; el mostrar cifras positivas y un crecimiento es señal para ellos de que toda la “maquinaria económica” funciona bien, a la población no le queda más que estar “contenta y feliz”, envuelta en la propaganda política.

Es innegable, en estos tiempos la economía boliviana ha registrado un crecimiento del 4,5%; y una acumulación de reservas de casi más de 12 mil millones de dólares (que lo llaman ahorro); todo parece fabuloso, muchos economistas “neo-liberales” y “marxistas” comparten este bien común, e identifican la finalidad de la economía con el crecimiento y el cuidado del tablero macroeconómico.

Además, los antiguos “neoliberales” están embalados con la vieja figura y el protagonismo del Estado, según ellos la maquina económica habría cambiado de “matriz productiva”, sin embargo sería bueno que nos digan cuáles son las ecuaciones fundamentales de esta nueva economía. Lo que sí se puede remarcar es la figura de un Estado multifuncional: empresario, banquero, productor de desarrollo, comerciante, comisario…etc.

¿El crecimiento económico significa una acumulación de capital? Cierto, esta búsqueda de crecimiento se desenvuelve en el movimiento del capital a escala mundial; las economías como la nuestra viven del capitalismo, y han sido favorecidas por el capitalismo en esto últimos años, sobre todo en el rubro de las exportaciones tradicionales en nuestro caso. ¿Podrán las cifras satisfacer las necesidades de los trabajadores y de gente que vive en el mundo de la “economía informal” y en la economía domestica?

Esta bonanza económica no ha creado las condiciones para absorber a miles de profesionales, obreros que entran en el mercado laboral cada año. Como el crecimiento no se traduce en educación, salud y empleo, el caos social va tomando fuerza; por todo lado brotan movilizaciones sociales: de arroceros, cañeros, violencia en los barrios, enfrentamientos entre comunidades, linchamientos, escándalos en la creación de empresas del Estado, donde los elefantes blancos se convierten en azules; todo lo indicado muestra la confusión de funciones por la ambivalencia del Estado.

Ahora estamos en presencia de la pareja: bonanza económica y caos social, y ésta merece algunas reflexiones. Cierto, es costumbre (desde que hay economía política y economistas) juzgar el estado de la sociedad y sus performances desde un indicador: el Producto Interno Bruto (PIB), más exactamente sobre la tasa de crecimiento; con base en esta cifra, las economías, los países, muestran su “poderío” o su supremacía.

Pero la cruda realidad subvierte esta lógica; al crecimiento del PIB actual acompaña la multiplicación de la violencia social, ¿qué significa este síntoma? ¿El crecimiento del PIB es indicador de buena salud, de progreso en la sociedad y de la capacidad global para producir y consumir? Podemos afirmar que no. Todo depende del destino que se dé al excedente generado.

Primero, el PIB no da una imagen exacta del enriquecimiento de un país. Luego el PIB no es un índice del bien-estar, de felicidad o de riqueza en la sociedad; sólo indica el volumen y valor de los bienes y servicios producidos, es decir transformados, intercambiados, apropiados y luego contabilizados.

¿Qué nos dice de la participación en la producción y en los ingresos que resultan? Tampoco dice algo, ni siquiera toma en cuenta las actividades fundamentales de la vida colectiva o individual: por ejemplo, el tiempo fuera del proceso de trabajo no cuenta para nada; así el tiempo consagrado a los niños, a los ancianos, a la pareja, a los amigos, a la actividad política o cívica, a las tareas domésticas, etc.

El PIB no permite, pues, poner en evidencia los factores de mejoramiento o de degradación de nuestro patrimonio natural y social. Y tampoco da las pautas para poner en marcha políticas para remediar las degradaciones operadas por la producción. El acaparamiento del excedente económico por una burocracia, en nombre de la “revolución” y el abuso de poder, puede provocar un caos y convulsión social este 2012.

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