El Gobierno anunció la otorgación de un capital de 168 millones de dólares con destino a la creación, construcción y explotación de un ingenio azucarero en San Buenaventura. Se trata de un ideal largamente buscado y esperado por el departamento de La Paz y sus instituciones públicas y privadas; lamentablemente, en diversos tiempos han surgido obstáculos que impidieron la concreción del proyecto.
Se anunció la carencia de dinero para las obras; que los proyectos no eran los precisos; que no se había realizado los estudios pertinentes sobre riqueza y conveniencia de los suelos; dudas sobre la calidad de la caña a cultivarse; imposibilidad de una explotación continuada de los cañaverales y consiguiente elaboración del azúcar; diferencias con lo que el mercado nacional y foráneo ofrecería. Finalmente, se alegó hasta que “hay oposición en Santa Cruz y muy especialmente en los ingenios de ese departamento y de Tarija”; este último extremo, por absurdo y ajeno totalmente a la verdad, fue desestimado por los gobiernos y por la propia comunidad nacional porque se convino en que cualquier oposición sería contraria a los intereses del país, incluyendo los productores.
La otorgación de 168 millones de dólares no deja de ser una acción positiva del Gobierno; pero, ante lo abrupto del anuncio, cabrían las siguientes preguntas: ¿Existen los estudios necesarios? ¿Qué tipo de maquinaria y de qué proveedores se compraría? ¿Qué capacidad de producción se adjudicaría al posible ingenio? ¿Cuáles serían los costos finales? ¿Se ha hecho los estudios sobre la competitividad que se abriría con los otros ingenios? En caso de ser exitosas las operaciones, luego de los primeros años de cultivo, utilización e industrialización, ¿con qué mercados se contaría? Hay, pues, numerosas preguntas que es preciso tener en cuenta en el futuro y no es cuestión de simples anuncios, especialmente si no se cuenta ni siquiera con los estudios más elementales, salvo los existentes hasta hace muchos años y que, con seguridad, ya son obsoletos.
Un ingenio azucarero para La Paz es urgente, pero concebido y estudiado seria y responsablemente. No caben en este caso las posiciones demagógicas -como ha ocurrido muchas veces en el pasado- cuando fueron muchas las ofertas y seguridades pero muy pocas y pobres las perspectivas de hacer realidad lo que resulta una esperanza de mucho tiempo. Finalmente, al realizarse los estudios será preciso compatibilizarlos con Santa Cruz y Tarija; convenir planes y circunstancias para que las operaciones no perjudiquen a ninguna de las partes y resulten más bien complementarias de un accionar que convendrá a todo el país.
El Gobierno, en conjunción con la gobernación y municipios del departamento de La Paz, tendrá que actuar con mucha seriedad, eficiencia y eficacia para hacer del proyecto una realidad; no coordinar acciones entre todas las partes sería irresponsable y contrario no sólo a una inversión aventurada de 168 millones sino a la realización misma de una obra que es de vital importancia para el país. Corresponde, pues, que se actúe con la mayor seriedad y no dejar el anuncio en simples proyectos para un futuro muy lejano que pueda convertirse en realidad. Si existe el propósito honesto y sincero de llevar a cabo las inversiones y las obras, habrá que iniciarlo todo con la mayor premura y certeza.
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