El gobierno de Estados Unidos anunció recientemente que nuestro país fue descertificado en su lucha contra el narcotráfico; el caso involucra a otros países, aunque en ellos no existe la gravedad que habrá con el nuestro por ser el mayor cultivador de coca y consiguiente fabricante de cocaína. Antes de enviar el caso al Congreso, se anunció que se trata de “un fracaso demostrativo”, es decir que es demostrable ante cualquier organismo internacional y que la medida no habría sido tomada precipitadamente como muchas veces se dice, o se alega que es “por causas políticas”.
Era de esperar que ocurra este extremo. Ni para los Estados Unidos ni para toda la comunidad internacional podía pasar desapercibido el hecho de que nuestro país haya adquirido, en los últimos seis años, la condición de ser el “mayor productor de hojas de coca destinadas a la producción de droga”. Negar esto sería ridículo para el mundo, como lo es para nosotros, los bolivianos que tenemos conciencia de una realidad que pesa desde hace mucho porque con las pruebas presentadas tanto por operativos realizados por la FELCN como por acciones separadas de la Policía, se ha demostrado cuánto hemos perdido en la lucha contra el flagelo de las drogas. La verdad es que nuestra permisividad ha dado lugar a que la transnacional del narcotráfico haya adquirido mayor fuerza de la que tenía y crecido en proporciones alarmantes.
Para nadie es un secreto que se trata del mayor negocio ilegal del mundo porque la “empresa de las drogas” es la más rica, la mejor organizada, la que posee más personal en agentes y empleados ad-honorem porque abarca a todos los rincones del mundo; es, por otra parte, la entidad que, cuando paga algo a sus colaboradores es en droga o, por lo menos pagándoles sólo un 50% en dinero y el saldo en droga que luego es vendida por los mismos receptores del alucinógeno, que con ello aseguran comercializadores y nuevos consumidores.
Negar nuestra realidad sobre los cultivos de coca, la mayor fabricación de drogas, el mayor consumo de precursores, los más seguros comercializadores no sería lógico. Tampoco podemos negar que las acciones del Gobierno han sido débiles y que, por el contrario, así sea indirectamente, se ha dado facilidades de todo tipo a los narcotraficantes para que incrementen su negocio a costa de nuestro país. Tampoco se puede negar que la corrupción tendió sus tentáculos para que la impunidad sea parte del diario accionar de los mayores enemigos de la humanidad.
Será preciso, pues, que en franco diálogo con los Estados Unidos, con Naciones Unidas y otras entidades, se trate de allanar las situaciones creadas por la falta de certificación a nuestro país; de otro modo, en el sentir de muchos políticos “habría que ser indiferentes ante la acción desplegada por el narcotráfico”. La verdad es que es preciso incrementar la lucha y actuar punitivamente para evitar su crecimiento; impedir el ingreso de precursores; combatir al cultivo de las hojas de coca y apoyar a nivel internacional cualquier política o acciones que se adopte en contra de los cultivos de las venenosas hojas y su consiguiente industrialización hasta concluir en cocaína cristalizada.
Hay que convenir, además, con que Estados Unidos, pese a su negativa a la certificación favorable, anunció que continuará sus programas de ayuda a Bolivia. Este es un paso positivo que tendrían que tomar en cuenta nuestras autoridades, aunque se tenga la convicción de que dichas ayudas deben comprometer políticas en contra de las drogas.
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