Presencia y vigencia del Estado corporativo

Un Estado puede ser definido por las fuerzas que representa y a las que obedece. En efecto, un Estado es de carácter proletario, si esa fuerza social es mayoritaria y orienta la economía. También puede ser Estado empresarial, si los empresarios manejan el aparato estatal y puede ser Estado corporativo, si las organizaciones corporativas son las que dominan en el espectro político de un país.

Es por demás conocido que cuando se organizan grupos de pequeños o grandes centros de productores, dueños de fábricas o grandes espacios de tierra, pasan a formar organismos corporativos que defienden sus intereses e inevitablemente buscan apoderarse del poder político con objeto de imponer sus idearios económicos. Es también sabido que los procedimientos que buscan esas corporaciones para imponer sus puntos de vista, generalmente derivan en el fascismo.

Por otro lado, mientras esos sectores empresariales acuden a esos métodos, los trabajadores, obreros, proletarios, etc., que carecen de propiedad, se organizan en sindicatos, que son organismos que sirven para defender sus propios objetivos, vale decir mejorar salarios, obtener mejores condiciones de vida y libertades democráticas. Si llega el caso, esos, sindicatos de obreros no dejan de proponer objetivos políticos para imponer sus puntos de vista, rechazando los procedimientos fascistas y practicando métodos democráticos.

En esa forma, los organismos corporativos son muy distintos de los laborales, tanto en lo que se refiere a los objetivos que persiguen cuanto a los procedimientos que utilizan para alcanzarlos. ¿Pero, qué está ocurriendo al respecto en la vida nacional? Grupos corporativos de notable fuerza económica (que, además, se llaman sindicatos) como ser los cocaleros, campesinos, pequeños, medianos y aun grandes propietarios de tierra se han organizado, erróneamente, no como entidades corporativas, sino como “sindicatos”, lo cual no corresponde a la realidad.

Es más, estas fuerzas corporativas han llegado a ocupar el Gobierno y a imponer sus programas y puntos de vista, eliminando, al mismo tiempo, cualquier otra fuerza que les haga competencia, en particular a los sectores laborales organizados en verdaderos sindicatos. Los mismos llamados “movimientos sociales” son formas corporativistas y nada tienen que ver con el auténtico tipo de organización sindical.

En esa forma, encontrando que las grandes organizaciones sociales del país son corporativistas y no sindicalistas en el verdadero sentido de la palabra, observamos que han podido imponer su fuerza y, por tanto, han terminado estableciendo un Estado corporativo, de ninguna manera un Estado democrático. Al respecto, la misma Central Obrera Boliviana ha dejado de tener peso como organismo sindical y tiende, en ciertos momentos, a quedar bajo la influencia de grupos corporativos que desvían los verdaderos principios programáticos de esa importante entidad.

Dadas las características de la actual realidad social boliviana en la que predominan con notable poder económico y político las organizaciones corporativas y que, además, han podido conseguir importantes cuotas de poder político y partidario, se deduce que, en general, el carácter actual del Estado boliviano es de tipo corporativo y no precisamente sindical, como han llegado a considerar algunos analistas que no han podido ver lo que existe detrás de algunas definiciones semánticas.

En síntesis, el actual Estado boliviano se caracteriza por ser de tipo corporativista que lucha por sus propios objetivos y con procedimientos propios y ya conocidos.