La historia de Chile nos muestra que la Guerra del Pacífico fue ganada por el sector privado de ese país, amparado por el Gobierno y apoyado por el Ejército, poniendo en riesgo la vida de jóvenes chilenos engañados por sus autoridades, que les inculcaban que tenían la obligación de recuperar territorio chileno.
Sin embargo en la realidad dicha acción era para favorecer intereses de grupos económicos, como lo pueden comprobar analizando la actitud del sector privado, dedicado a la privatización de la energía, industria, comercio, incluso la educación, por ser factores de negocio lucrativo.
Esto se confirma al revisar la historia de Chile, que nos ilustra sobre los antecedentes políticos y geopolíticos que sirvieron de base en la planificación y organización con el Gobierno, para iniciar la invasión al territorio boliviano, con el objetivo de explotar e industrializar el guano, el salitre y el cobre descubiertos en las costas y en el Litoral de Bolivia.
Al descubrirse en 1840 la existencia de inmensos depósitos de guano, salitre y yacimientos de cobre en el Desierto de Atacama, el Gobierno chileno para satisfacer los intereses del sector privado, previene al Gobierno de Bolivia en cuanto a que su territorio se extendía hacia el norte hasta el paralelo 23º y que los depósitos de guano, salitre y cobre eran propiedad del Estado chileno.
Inmediatamente el Gobierno de Bolivia envió oficialmente una protesta legal manifestando y demostrando que los límites de Bolivia y Chile estaban en el paralelo 26º, localizado al sur del desierto de Atacama. El Gobierno chileno junto a los grupos de poder hicieron caso omiso a los Tratados de límites entre Bolivia y Chile, firmados en 1866 y 1874. En consecuencia, a las 8.00 de la mañana del día 14 de febrero, el capitán chileno José M. Borgoño se dirigió a la Prefectura para entregar un mensaje en el que se le ordenaba que tomara posesión del territorio comprendido hasta el paralelo 23º.
Simultáneamente, 200 soldados chilenos se apoderaron de la ciudad y 34 gendarmes bolivianos que se encontraban en instalaciones de la Policía se retiraron hacia Cobija, por lo cual fuerzas invasoras tomaron posesión de Mejillones y Caracoles.
Esta grave situación fue conocida por el presidente Hilarión Daza con mucha demora, porque el sistema de comunicación era lento, debido a que el correo se llevaba a pie, a mula hasta llegar a una estación de transmisión por código Morse. Por ese motivo no seria justo criticar al presidente Daza por la tardanza en tomar las medidas necesarias para detener a los invasores chilenos.
Chile, utilizando sus barcos de guerra, llevó tropas para apoderarse del puerto de Antofagasta, dando inicio a la Guerra del Pacífico, defendido con valentía y patriotismo por ciudadanos bolivianos, circunstancia en la que se destaca la actitud heroica de don Eduardo Abaroa Hidalgo, que herido por varios impactos de bala, en el puente del Topáter no quiso rendirse y con el último aliento gritó: “Yo rendirme…que se rinda su abuela, c…”.
Este mensaje tan profundo, lleno de patriotismo, servirá por siempre, para no olvidar al Litoral cautivo y la justicia de la demanda para salir al mar.
Tampoco podemos olvidar a Genoveva Ríos, hija del comisario de la Policía Marítima boliviana, que fue a salvar la Enseña tricolor en medio del fragor de la batalla (Litoral, 1971).
El joven orureño Pascual Mariano Mamani, corneta de los Batallones “Illimani”, “Dalence” y “Zepita” (peruano), comandados por el Coronel Ramón González, participó con un fusil y una corneta acompañando en la toma de varios cañones chilenos. Pero durante la lucha apareció una mayor cantidad de tropas chilenas que obligaron a los batallones de combate bolivianos y peruanos, a pedir refuerzos mediante el corneta Mamani, quien, montado sobre un cañón, con la pierna casi destrozada, seguía tocando la corneta para pedir refuerzos, hasta que murió desangrándose (14 de noviembre de 1879).
El autor es Ingeniero Civil – Militar, Ing. Ambientalista Certificado y ex miembro del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
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