Un poco de esmog para los pulmones

“Voy de salida al trabajo con los elegantes doce minutos de retraso acostumbrados o sea que tengo que acelerar mi paso o seré presa de machetazos a mi ya escaso sueldo. A juzgar por la acostumbrada trancadera la decisión más sabia es apelar a la coordinada velocidad de mis pies que eventualmente imprimen velocidades insospechadas dependiendo de la calidad de apremio del tiempo.

Qué buen ritmo, qué gran velocidad, qué gran – me repito para darme ánimos cuando de la nada, me quedo en una penumbra casi infernal, por la oscuridad y el olor pareciera que descendí a las penumbras del averno sin marcha atrás. De repente se va disipando este humo casi intoxicante y dándome cuenta que sigo en el mundo de los vivos reparo en lo que pasó en realidad… me convertí en otra víctima del diesel.

No es una exageración declararse víctima de estos atroces motorizados que todavía pululan por nuestra urbe expeliendo ese denso humo negro por los escapes sin que nadie pueda hacer nada al respecto. Tal vez con una óptica poco empática con los dueños de estos viejos y enormes autos, en su mayoría, pero en definitiva deberían ser retirados de las calles ya que contaminan tanto o más que la basura tirada en la calle. Si se dedican al transporte público, con mayor razón.

Bueno tanto refunfuñar de camino al trabajo acortó el viaje ya que llegué sin darme cuenta pero no es lo único de lo que no me di cuenta. Con la contaminación en la jeta y por la ropa clara que visto hoy, más que un funcionario público retrasado a su trabajo parezco un simpático limpiador de chimeneas de los años veinte”.