Aunque con mucha anticipación y pese a que hay por atender muchos asuntos del Estado, el gobierno del MAS se encuentra empeñado en preparar las elecciones del 2014; por supuesto, quienes se sienten opositores también imitan las acciones del MAS y no dejan de mostrar intenciones de intervenir en la justa electoral que implicaría cambio -¿o reelección?- del Gobierno. La verdad es que para la colectividad hay un nuevo motivo de preocupación.
Como en todo proceso pre-electoral, para la colectividad se han presentado incógnitas sobre el futuro que implicará: ¿Quién ganará? ¿Qué programas, intenciones y perspectivas mostrarán los candidatos? ¿Será posible creer en ellos? Como en tiempos pasados, hay el temor de que las consignas, convenios, alianzas y tratativas sean tan sólo para ganar las elecciones, sin importar mayormente si lo ofrecido a la ciudadanía se cumpla o no; la intención es “ganar como sea” o, por lo menos, “alcanzar la mayor cantidad de asientos parlamentarios”.
Pero, en medio de todo lo que se vislumbra, se da lugar a que todo ello esté circunscrito a formar, previamente, los partidos políticos de la tendencia que fuere, porque poco o nada interesan los rumbos que pueda tener la política partidista por una simple razón: no hay confianza en los partidos políticos y menos en sus posibles dirigentes y esta posición está dirigida a los que están en el poder y a los que aspiran a captar la confianza pública.
Lo que pasa en un posible frente de oposición al MAS es la susceptibilidad de que no haya acuerdo en las partes; es decir que cada grupo o partido quiera ser el que tenga (ni siquiera capte) la confianza del pueblo y que tan sólo el calificativo de opositor le sirva como “paso seguro al triunfo”. Parece que no hay conciencia sobre lo que podría hacer el MAS hasta el día de elecciones, en cuanto a cambiar conductas y variar sus tácticas -hasta ahora, sólo operante para disfrutar del momento, colmar de situaciones, bienes y poderes absolutos a su militancia y “manejar” los negocios del Estado conforme se presenten, sin planificación ni orden ni efectividad alguna-.
Quienes pretendan ser oposición y tengan aspiraciones para las elecciones, tienen que demostrar que merecen la confianza ciudadana, que estarían dispuestos a renunciar a posiciones y ambiciones personales y a que se conforme efectivamente un frente honesto, transparente, responsable y unido, posición que, con seguridad, presentará al partido oficial, MAS, especialmente con decisión de cambios en servicio del país y dejar de servirse de él. Lo que sean y pretendan los grupos, partidos o frentes político-partidistas, con miras a las elecciones y futuros comportamientos, tendrán que mostrarlo en el tiempo faltante para el proceso de elecciones.
Hasta el momento hay dos realidades: el MAS, “disfrutando del poder con la fuerza que dan las ambiciones y con la angurria de querer más”; por su lado, los diferentes grupos o proyecto de partidos y los pequeños que existen y aspiran a ser acogidos por la ciudadanía, con actitudes casi pendulares porque no saben -o no quieren saber- qué rumbos tomar, como mostrarse al país y seguramente cómo renunciar al principio sustentado por cada uno de ellos: “yo soy, y nadie más que yo”; es decir, el culto al yo, aún sabiendo cuán poco se es y cuán limitado es lo que puede conseguir en la confianza de la ciudadanía. Es de esperar que ninguno acoja para sí lo expresado por el novelista vasco Pío Baroja: “No vivir ni actuar gracias a que los demás no saben hacerlo”.
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