El ser humano, sea cual fuere su condición social o el color de su epidermis, siempre ha sido doblegado por la dolencia, en todos los tiempos y pueblos, en dictadura y democracia, pese a los extraordinarios avances de la ciencia y tecnología.
En consecuencia aquélla ha medido a todos, por igual, con una sola vara. Y no es raro que algún dignatario de Estado latinoamericano haya adquirido una enfermedad terminal, pero ese hecho no debe causarnos algarabía, sino movernos a una seria reflexión y preocuparnos porque no estamos lejos de contraer algún mal, en la juventud o la vejez. Sería insensato afirmar que uno está salvo de los padecimientos. Ciertamente que no faltan quienes baten palmas ante el infortunio ajeno, creyendo ilusamente que son inmunes a todo malestar físico o espiritual.
Otra cosa es que algunos hombres hayan nacido para vivir y morir en el Poder, en la actividad política. Ese fue el destino dramático, por ejemplo, de Francisco Franco, el caudillo español que emergió de la guerra civil (1936-1939), quien, debido a una prolongada dolencia física fue sometido a varias intervenciones quirúrgicas, hasta que falleció de manera deplorable. Así terminó sus días el hombre que era temido por su dureza política. “Si un día dejo el puesto será con los pies por delante”, dijo y cumplió con el presagio.
Es cierto que las divergencias político - ideológicas nos han distanciado, pero la adversidad del prójimo debe unirnos. Los discursos altisonantes nos han lastimado, pero la oración debe devolvernos la humildad, para procurar construir un mundo provisto de sensibilidad social y solidaridad humana.
Hemos soñado los bolivianos, como ciudadanos de otros países, con alcanzar nuevas metas, pero la enfermedad, en muchos casos, se interpuso en el momento preciso para truncar tales inquietudes, dejándonos el sabor amargo de la frustración. Ella ha enterrado propuestas a favor de los supremos intereses de la Patria y que buscaban mejorar la calidad de vida del conjunto nacional. Que experiencias como éstas nos sirvan para tomar conciencia acerca de la enfermedad en una sociedad como la nuestra, que busca permanentemente bienestar y la tranquilidad.
En suma: los bolivianos debemos reiterar, por encima de las divergencias político-ideológicas, la solidaridad con quienes luchan tenazmente por preservar la vida o aminorar los dolores que provoca la enfermedad, cualquiera sea su origen.
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