La paulatina desvalorización de los vocablos de una lengua es una condición histórica que se debe a que en su empleo colectivo se los utiliza mecánicamente, dando como resultado que en su uso se vaya imponiendo una de sus deformadas facetas, en desmedro de las demás. Tal es el caso de la “coyuntura”, de la que, como a todo hecho humano, para conocer su verdadero significado, debemos contar la historia de su origen y evolución desde sus propios inicios.
Esta es una palabra que, como todas las de la ciencia, se originó en Grecia, de donde fue vertida al latín con el significado de “unir o enlazar”, referido inicialmente a la medicina, de ahí que se diga las coyunturas de los dedos, o la coyuntura de la muñeca o el pie.
Fue asimilada con una significación arbitraria a la economía para significar análisis del corto plazo. Pero aun en ese restringido sentido, la coyuntura no significa, excluyentemente, el “hoy día”. El presente no es otra cosa que mero pretexto para que exista el pasado y el futuro, por lo que la coyuntura sin la presencia de los componentes que de acuerdo con su definición une o enlaza, dejaría de ser tal para convertirse en algo inexistente.
Cuando se refiere a cuestiones humanas el “día de hoy” no nos hace saber algo de él, en ausencia de la historia que lo origina. ¿Cómo podríamos llamar “coyuntura” a las inundaciones que en tiempo de lluvias llevan las aguas de las tierras altas a las tierras del oriente, que vienen ocurriendo desde tiempos inmemoriales? ¿Cómo podría ser “coyuntura” la ineficacia de los contenidos de las currículas universitarias para conmover la realidad a las que ellas se refieren, si día a día podemos observar esa limitación en las actuaciones de los profesionales que de ella egresan?
Pese a sus apariencias estos son problemas estructurales que, a la manera de síntomas, se hacen visibles en cada una de las coyunturas de la vida de los pueblos coloniales. El hecho humano, cualquiera que sea, aunque consista en bloquear algunas esquinas de la ciudad pidiendo que se privilegie la construcción de algún servicio, nunca es algo coyuntural, es, por el contrario, nuestra forma de vida.
¿Se supone que la búsqueda del conocimiento de los problemas educativos de las grandes universidades del mundo es un problema del largo plazo, del que no se puede hablar en la coyuntura?
Estos son para nosotros problemas coyunturales, pero de larga data, lo que contradice las recitaciones que difunden en su nombre las facultades de economía, aunque son problemas de los que tenemos que hablar diariamente, si queremos que algún día mejore la percepción de la realidad de nuestros profesionales, los que en busca de escribir sobre temas de la “coyuntura”, hablan de lo que no saben. Lo único innegable es el derecho a expresarse, siempre que se lo haga sin desmedro del otro.
Lo humano nunca es coyuntural en el sentido lato de la palabra. La vida es continuidad, en la que nada ocurre súbitamente sin una razón suficiente, como es el caso de la “mano invisible” de Adam Smith, cuyo cuerpo invisible que la sustenta debería ser el tema al que se dedique a tratar de conocer el profesional de esta ciencia.
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