II.- Continuando el comentario sobre el texto de la publicación de Fundación Milenio, resulta de interés también debatir la ponencia de José Luis Carvajal y Sergio Villarroel sobre “Bolivia y su relación con la crisis financiera internacional: del auge a la burbuja especulativa”.
Los autores parten de la premisa de “la percepción generalizada (de difícil verificación debido a la carencia de datos) de que los precios de los bienes inmuebles se encuentran desde hace algún tiempo muy por encima de su valor real”. Este punto de partida hace pensar a los autores, para efectos de su análisis, de que este es un fenómeno parecido al fenómeno del “sub prime” de 2008 en los Estados Unidos y su efecto en la economía boliviana. Esta idea no parecería muy acertada, ya que parecen ser dos fenómenos económicos bastante distantes entre sí.
Sin embargo, el concepto de “burbuja” de lo que acontece en el panorama económico boliviano de los últimos 6 años, parece interesante, ya que una burbuja, como lo es una pompa de jabón, se infla rápidamente, y luego de elevarse a cierta altura explota, quedando simples gotas de agua esparcidas en el piso, lo que en términos más técnicos es una crisis que sucede a la burbuja.
Resulta muy coherente la explicación de que “si bien parte del aumento del precio de la vivienda puede ser explicado por el crecimiento económico, la expansión de liquidez (el aumento de precio de nuestras materias primas, que ha generado incrementos crecientes al PIB, así como el crecimiento de ciertas actividades ilícitas), y la demanda insatisfecha de dicho bien… así como la búsqueda de oportunidades de inversión con rentabilidad atractiva -dado que las tasas de interés pasiva se encuentran tan bajas- contribuyen al fenómeno observado”.
Otro factor que sí parece congruente es el hecho de que la política de desdolarización aplicada por el Gobierno dio lugar al aumento en el crédito en bolivianos. Los investigadores aplican, para explicar esta fórmula de política macroeconómica, la regla del trilema, la cual consiste en la búsqueda de tres objetivos: “i) estabilidad del tipo de cambio; ii) política monetaria independiente; y iii) libre movilidad de capitales”. Pero por la interacción de las variables en el modelo, “Sólo dos pueden ser alcanzados de forma simultánea, debiendo renunciarse al tercero a fin de lograr una administración macroeconómica consistente”.
Aquí es necesario reconocer con anterioridad a la gestión de las autoridades monetarias actuales, la batalla librada por Juan Antonio Morales, en sus 12 años de Presidente del Banco Central de Bolivia, por mantener la independencia de esta instancia, en defensa de la política monetaria, la cual sirvió como antecedente y escuela sobre el uso de estas variables, como vital para una política que cuidara la salud financiera del país. El premio posterior a esta lucha es, sin embargo, conocido por todos.
A los aspectos anteriores, los autores añaden que “el shock externo positivo de magnitudes inimaginables, coincidente con la presencia de un nuevo gobierno y la política cambiaria de mini revaluaciones contribuyó en cerca del 50% a la bolivianización del sistema financiero”.
Concluyen señalando que “lo que cabría esperar es que a mediano plazo, cuando se materialice la subida de tasas de interés internacionales, el país esté equipado con nuevas herramientas para hacer frente al suceso”. Esperemos que así sea.
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