En la semana que pasó, los comentarios y suposiciones sobre una posible “reforma a la ley sobre propiedad privada” han sido muchos y han creado preocupación en el pueblo, especialmente si se tiene en cuenta que la frase “propiedad privada” involucra toda tenencia que pudiese tener la colectividad en lo que se refiere a inmuebles como casas, departamentos, terrenos, propiedades agrarias y otros. Los rumores que normalmente tienen mucho de tendenciosos, político-partidistas o son propalados por intereses creados, se han encargado de crear una especie de psicosis.
Los estados de ánimo despertados por lo difundido y también por falta de informaciones oportunas de autoridades del Gobierno y de las alcaldías, se han encargado de crear situaciones de angustia, habida cuenta que la mayor parte de la propiedad privada, especialmente vivienda, ha sido lograda mediante inversión de ahorros, préstamos hipotecarios y en muchísimos casos, a largo plazo mediante hipotecas en mutuales de ahorro y préstamo o entidades bancarias. Para la mayoría de la población que generalmente es de clase media, el contar con una vivienda ha significado muchos años de sacrificio y es lógica la preocupación que este tipo de informaciones haya sembrado en el ámbito nacional.
La verdad es que el Gobierno, principal propalador de la posibilidad de un gobierno socialista al estilo ex–URSS o Cuba, ha dado lugar a que se crea en un cambio tan drástico del sistema político, pese a que, tanto el régimen como su partido, conocen las experiencias de los fracasos que son parte de la existencia de regímenes socialistas con tendencias extremas que nunca han logrado afianzarse en la confianza popular. Y es que sus métodos dictatoriales, las posiciones de fuerza, el control soldadesco que se imprimió a la imposición de las medidas, han creado ambientes contrarios en la población que inclusive nació durante la vigencia de esos gobiernos totalitarios y, al no conocerse otras políticas o formas de vida, tuvo que acomodarse a las imposiciones de los gobiernos de turno y que buscaron e impusieron tendencias de extrema izquierda.
Para el Gobierno, parece que “todo queda en el simple rumor” y recién el caso será considerado por la Cámara de Diputados “para ver qué curso se da a los proyectos de ley ya estudiados”. La noticia -que no tuvo adelantos sobre lo que trata- hizo crecer la curiosidad angustiosa de una población que aumenta lo que conoce con nuevas cábalas que se hace. La propagación de rumores, los anuncios de posibles medidas duras en contra de “neoliberales de épocas pasadas”, la creencia de integrantes del MAS de que todo lo pasado es malo, hace que la colectividad pierda la tranquilidad.
A esta situación se agrega la proliferación de reclamos, marchas, manifestaciones, bloqueos y otros extremos protagonizados por diversos sectores sociales que agravan los temores de lo que pudiese ser el futuro. El Gobierno, siempre apoyado en el “dejar hacer y dejar pasar”, mayormente no comenta ni informa y, cuando lo hace, casi siempre se desdice. Este panorama crea un ambiente de desconfianza que no conviene ni al Gobierno ni al pueblo porque agranda los posibles hechos que, en su generalidad, pueden ser contrarios a los objetivos buscados.
Será preciso, pues, luego del tratamiento en Diputados, en el menor tiempo, que el caso sea dilucidado en marcos de lo que corresponde a la tranquilidad, las garantías y el respeto que merece la colectividad y no tenga sobre su cabeza una especie de “espada de Damocles” que nadie sabe cuándo caerá y con qué consecuencias.
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