Una muestra pictórica refleja el espíritu artístico de Haydeé Aguilar

Como “una estética mágica, de entramados misteriosos que obliga a reconsiderar todo lo que se sabe sobre espacio y tiempo”, fue definida la obra de la pintora María Haydeé Aguilar Fuentes, por el poeta Héctor Borda, cuya retrospectiva puede ser apreciada en el salón Municipal “Cecilio Guzmán de Rojas”.

La muestra retrospectiva organizada por la Asociación Boliviana de Artistas Plásticos (ABAP), es un homenaje póstumo a la artista orureña que formó parte del conocido Grupo ‘70.

Con respecto a los cuadros y obras de la artista plástica, su sobrina, Amelia Peña Aguilar, sostuvo que una de los trabajos más sobresalientes que tiene dentro su producción es la colección titulada “Altiplano en rojo”, que creó durante los año 70.

Esta colección se encuentra inspirada en las sensaciones que tuvo cuando era niña, durante sus viajes que realizaba con su mama.

“En el trajín de sus viajes por el altiplano, Haydé experimentó la sensación de insolación por el sol que les daba todo el día. Este hecho que se dio cuando ella abría los ojos y veía el altiplano totalmente rojo con gamas, le sirvió para que años después, al salir egresada de la Escuela de Bellas Artes de Oruro y ya trabajando aquí, realice su colección”, sostuvo Peña, quien le compuso a la artista plástica una canción en su agonía que habla acerca del sol de su pintura.

“Mi canción es un diálogo entre ella y yo. En esta composición yo le expreso que quiero sentir y encontrar el sol de su pintura, el altiplano de altar, de sus cuadros, con la cabeza ardiendo hasta reventar”.

Por su parte, la hija de la artista, María Haydeé, en el prologo del catálogo de la exposición, expresa que desde muy temprana edad, su madre mostró su talento e inclinación por el arte y en especifico por pintar.

“Así lo hizo toda su vida. No solo fue conocedora, amante de la estética y principios de las artes plásticas, sino trabajo con la convicción de que el arte debe llegar a las personas de distintas formas, pero siempre para impactar en el espíritu humano con el fin de motivar sentimientos, conductas y valoraciones sobre lo que cotidianamente la sociedad no tiene tiempo de meditar”.

Por ello expuso en su obra, la belleza del altiplano boliviano, sus espejismos y el sol candente sobre la tierra en invierno; logro que sintamos como alegran el alma tantas hermosas flores en jardines o jarrones, la vitalidad de un albañil que afanoso coloca al lado de su ladrillo su badilejo y una taza de té, el sacrificio de la anticuchera frente al carbón, fuego y humo vendiendo en las noches sus productos para sustentar a su familia, el aparapita o estivador que descansa sentado en el pesado saco que carga, para masticar tal vez lo único que tiene, su hoja de coca.

La ilusión de niños y adultos de tener un mar cuando juegan en bateas después de una lluvia que torna riachuelo las calles o subir a una escalera para tocar el cielo, el egoísmo humano al permitir la existencia de diferencias sociales, de allí su obra en oleos como Hombre mascando coca, La barrendera y Sublime maternidad.

Por supuesto también expresó la alegría de tener amigos, como Gustavo Lara; Matilde Cazasola; Raúl Lara; Ernesto Cavour; Ricardo Pérez Alcalá; Héctor Borda Leaño; Manuel Vargas; Severo Peña; Silvia Peñalosa; Alberto Medina; Cristina Endara; Luís Rico; Humberto Jaimes Zuna; Irma Jaimes; Ricardo Ballón; Julio Cesar Téllez; Carlos Salazar; Luis Cavour; Nora Claros; y Magda Arguedas, entre otros amigos.

“Mhaydee en su vida mostró la alegría de ser solidaria con sus hermanos y hermanas, con sus amigos y así también la responsabilidad y ternura de ser madre, además de una voluntad inquebrantable para cumplir sus sueños y vivir ni duda cabe con los principios morales en los que creía. En fin nuestra madre plasmo en oleos dibujos y acuarelas todo lo que impresionó su espíritu, pero siempre para lograr actitudes positivas en los seres humanos”, sostiene su hija, quien al mismo tiempo afirma que el legado más importante que les dejó su madre, es tener presente que el ser humano no debe ser indolente frente al dolor o sufrimiento ajeno y tampoco dejar pasar desapercibido un atardecer o un alba, la lluvia y el sol, pues se vive una sola vez y no es posible hacerlo sin apreciar lo valioso que nos da Dios al concedernos la vida.