Saturnino Mayorga Pérez
La egregia Villa Imperial de Potosí conmemora otro aniversario de su fundación, hecho digno de evocación y homenaje. Fue fundada el 1 de abril de 1545, bajo la Corona de Carlos V de España, por los capitanes Juan de Villarroel, Diego y Francisco Centeno, Luis de Santandia y el Maestre de Campo Pedro de Cotamito, como consecuencia de la existencia de ricos yacimientos de plata, mineral descubierto por el nativo Diego Huallpa, en el llamado Sumac Orcko (cerro hermoso).
Al divulgarse la noticia del descubrimiento de la fabulosa riqueza mineral de argento en aquella montaña, llegaron a la Villa, en pos de fortuna, vascos, andaluces, castellanos y extremeños, como también criollos e indígenas.
En poco tiempo la población de la ciudad había crecido y la explotación de las vetas de plata se había hecho vertiginosa. Ante tanta riqueza extraída y enviada a España, el Rey Carlos V, mediante Cédula Real de 28 de enero de 1547, concedió el título de Villa Imperial de Potosí y su respectivo Escudo de Armas, con la siguiente leyenda: “Soy el rico Potosí. Del mundo soy el tesoro. Soy el rey de los montes. Envidia soy de los reyes”.
Potosí en 1573 ya tenía 120.000 habitantes. Después de 38 años del descubrimiento de plata en el maravilloso Cerro Rico, tenía la misma población que Londres, superando a la vez en habitantes a Sevilla, Madrid, Roma o París de aquella época.
En 1650 Potosí llegó a tener 160.000 habitantes, siendo una de las metrópolis más grandes y ricas de América y del mundo, de cuya grandeza y fama quedan hoy, como vestigios, monumentos notabilísimos como la Casa de la Moneda, los palacios de Gobierno y Consistorial, la Matriz, San Francisco, Santo Domingo y otros templos arquitectónicos de la época colonial. Pero lo más notable es su policromado Cerro Rico, fecundo ayer y hoy. De ahí que ha sido llamada Ciudad Única, nombre que condensa su legendario pasado.
Al comienzo del Siglo XVII Potosí ya tenía 36 iglesias, casas de juego, 10 escuelas de baile, salones de fiestas, teatros y tablados luciendo riquísimos tapices, cortinas, blasones y obras de orfebrería. De los balcones de las casas colgaban damascos coloridos, lanas de oro y plata. Con frecuencia se realizaban entradas y lidia de toros, juegos de sortijas, además de duelos con estilo medieval. Los españoles que vivían en la ciudad disfrutaban de un lujo increíble.
Mientras esto sucedía, en la montaña de plata los indígenas convertidos en mitayos sufrían una explotación inhumana, perforando las ricas venas de plata para enviar el mineral a la España conquistadora. Sin la riqueza de Potosí, España no habría podido ser la grandeza y poderío de Europa. Sin esa riqueza el rey Carlos V no habría podido afirmar que el sol jamás dejaba de alumbrar en sus dominios.
Asimismo se dice que muchas naciones vecinas como Chile y Argentina habían sido beneficiadas con las riquezas de Potosí, como en Bolivia Santa Cruz, Cochabamba y Sucre disfrutaron de las riquezas que manaban del Cerro Rico.
Pedro de Valdivia conquistó Chile con la plata ganada en las minas de Porco – Potosí. El Turco Emil Segala llegó a ser rey de Argel, en 1598, con la plata ganada en Potosí.
Sin la riqueza de Potosí el Alto Perú no habría sido la entidad administrativa que dio nacimiento a la Audiencia de Charcas, extendida desde Desaguadero hasta Buenos Aires.
Potosí ha sido la primera centella de libertad en América por el pronunciamiento de Alonso Ibáñez, el 15 de mayo de 1617, y selló la independencia de nuestra Patria, el 1 de abril de 1826, con la gloriosa batalla de Tumusla.
Durante la Guerra de la Independencia (1809 – 1826), Potosí fue la ciudad mártir a la que dirigieron con preferencia sus miradas realistas y patriotas para explotarla, tiranizarla, ya en nombre del rey o de la Patria, hasta agotar completamente sus recursos, destruirla y despoblarla, situación de la que ha salido trabajosamente.
Hasta aquí breves apuntes en homenaje a la sin par Villa Imperial de Potosí, rememorando su pasado esplendor. Queda muchísimo por hablar de su maravillosa historia, de sus crónicas, leyendas y jocundas tradiciones.
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