Fiodor Lukiánov
Cualquier cumbre de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) despierta una nueva ola de debates sobre la esencia y las perspectivas internacionales de este grupo tan específico.
La mayoría de los comentaristas occidentales se muestra escéptica al respecto, calificando de artificial y fortuito el carácter de la alianza de los cinco. También en los propios países miembros, sobre todo en India y Brasil, el proceso de formación de los BRICS va acompañado de numerosas dudas acerca de su porvenir.
Es cierto que el abismo que separa a las potencias del grupo en todos los campos -cultura, civilización, geopolítica, demografía y demás- no tiene parangón. El principio del cual partió la compañía Goldman Sachs hace casi diez años, al idear el término “BRIC” para las economías emergentes ya no funciona, pues la presencia de Rusia entre los demás miembros con mercado pujante carece de fundamento. De ahí que sea lógico que los medios se hayan puesto a emplear activamente el término de los expertos del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores que alude al estancamiento y la depresión: la “Rusia post-BRIC”
No obstante, los miembros de los BRICS siguen reuniéndose regularmente, y sus citas atraen cada vez mayor atención. ¿Cuál es el secreto de esta alianza?
La persistencia y el desarrollo de los BRICS se deben no tanto a la necesidad interna de los países miembros, como a la situación general en el mundo. Todo está cambiando rápidamente y de manera impredecible, y las recetas de resolución de problemas internacionales propuestas por el Occidente, considerado como líder tradicionalmente, no dan resultado o, aún peor, resultan contraproducentes.
Hace falta alguna alternativa, pero por ahora ninguno de los Estados que desempeñan un importante papel regional (y precisamente tales Estados forman parte de los BRICS) puede proponer una exhaustiva resolución global ni tiene ganas de hacerlo. Considerados por separado, es evidente que les es más cómodo quedar a la sombra, sin asumir una responsabilidad mayor. Rusia, en cierta medida, es una excepción en este sentido, pues posee una inercia global, que también parece estar a punto de extinguirse. Pero como en el mundo van apareciendo alianzas cada vez más variadas y complicadas, las grandes potencias no occidentales, pese a todas las dudas y discrepancias, también intentan mostrar su solidaridad.
Sin embargo, no parecen avanzar más allá de las palabras. Las capacidades de los BRICS como sujeto internacional de peso apenas se explotan. Lo evidencia, por ejemplo, el nombramiento del nuevo director gerente del Fondo Monetario Internacional tras la escandalosa dimisión de Strauss-Kahn. Aún cuando había sido nombrado éste en 2007, se hablaba de que sería el último europeo en este puesto, ya que era hora de romper con la tradición establecida en 1944. Primero, en la última cumbre en China los BRICS declararon su intención de postular a su candidato.
Pero más tarde nadie se acordó de esta intención: todos los miembros del grupo optaron por actuar por separado, acordando con Estados Unidos y Europa las condiciones del apoyo a su favorito, lo cual culminó con el nombramiento de la francesa Christine Lagarde. He aquí otro ejemplo: aunque el grupo de los BRICS se mostró unido en la cuestión libia en el curso de la votación en el Consejo de Seguridad de la ONU en marzo de 2011, ya a principios de 2012 surgieron discrepancias en la cuestión siria.
Existen otras divergencias, aun más profundas, que minan la solidaridad de los miembros de grupo de los BRICS. Brasil, India y Sudáfrica se pronuncian a favor de la ampliación del número de miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, cuya composición, como reconocen todos, ya no corresponde con la situación en el escenario mundial. Estos tres países se consideran los candidatos más probables a nuevos miembros permanentes, y es lógico. Pero en cuanto se trata de plasmar esta idea, los actuales miembros permanentes, Rusia y China incluidas, intentan evitarlo, insistiendo en que la cuestión es demasiado difícil. Y no es para asombrarse: ningún Estado se apresura a compartir voluntariamente los privilegios que posee. Seguramente, esta situación acarreará consecuencias negativas para el afianzamiento y la consolidación de los BRICS.
En su artículo electoral dedicado a la política exterior, publicado una semana antes de las elecciones en Rusia, Vladimir Putin habla en tono positivo sobre la cooperación en el marco de los BRICS. El presidente electo ve como un importante signo de solidaridad el que los países miembros del grupo no solo tengan una visión similar sobre el sistema mundial necesario (multipolar), sino que compartan el valor básico: la soberanía nacional como elemento de base del sistema internacional. Es una alternativa conceptual al enfoque occidental, que parte de que hoy el principio de soberanía ya no es tan sagrado ni inmutable como antes.
Esta declaración de Putin tiene toda la razón. Todos los países del BRICS son Estados que gozan de soberanía casi completa, de amplia libertad de acción, no limitada por alianzas formales y asegurada por recursos materiales. Los países de este tipo son pocos: las potencias europeas, por ejemplo, poseyendo la base económica, son a menudo muy limitadas en materia política. La cuestión es si esta solidaridad conceptual es suficiente para crear un marco que se rellenará después de contenido económico, geopolítico e ideológico. Sería un proceso largo, sin garantías de éxito. Pero el que la construcción de los BRICS siga desarrollándose a pesar del escepticismo universal infunde ciertas expectativas respecto a su evolución. (RIA NOVOSTI).
ARGENPRESS.info
Usurpado el 7 de octubre de 1970, por defender EL DIARIO |
Dirección:
Antonio Carrasco Guzmán
Jorge Carrasco Guzmán Consejo de Administración:
Miguel Lazo de la Vega |
Ernesto Murillo Estrada |
Rodrigo Ticona Espinoza |
"La prensa hace luz en las tinieblas |
Portada de HOY |
Caricatura |