URBANO
“…estoy llegando ya por fin a casa y pareciera que más que un chaparrón a mi me pescó un piscinazo. Llego a casa a comer y a hacer chis. No sin antes revisar el pronóstico del tiempo de mañana que asegura tormentas y precipitaciones fuertes durante todo el día, especialmente en horas de la mañana. Frio casi asegurado reparo al irme a dormir.
Como es ya una nada grata costumbre, el despertador suena a las siete a eme y levantarme es imperioso. Paso por la ducha fugaz como estrella y el desayuno lo como de camino a la oficina ya que es menester no llegar tarde. Lo que más me demora al salir de casa es la indumentaria impermeable que selecciono cuidadosamente ya que no quiero mojarme como ayer, ya que no me llevo bien ni con la gripe porcina, ni aviar, ni normal. Odio estar enfermo.
Del fondo del clóset literalmente desentierro una gabardina que pareciera haber estado sepultada por años en algún bello chullpar de nuestro altiplano por la cantidad de polvo que tiene enciam. A dicha gabardina se suma un gorro tipo pescador de color verde limón que cubrirá cabeza y cuello. La chalina de doble punto que me regaló mamá será ideal para evitar complicaciones en la garganta.
Tan apurado voy es que recién a la cuarta cuadra reparo en que hace algo de calor, levanto la cabeza y el cielo es casi tan celeste como el cielo más invernal en la ciudad. Por fin llego a la oficina y empiezo a desvestirme, no es un eufemismo. Cuando por fin logro refrescarme un poco reparo… si los que hacen el pronóstico del tiempo en la ciudad cuentan con tecnología de punta para realizarlo y fallan tan minuciosamente, para tener un acertado pronóstico y dejar de hacer el ridículo por las calles ¿Necesito un kallawaya que vea el futuro de forma efectiva?”
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