Tres millones de habitantes no tienen acceso a la electricidad y la mitad de las familias rurales que cuentan con este servicio tienen un consumo inferior a 32 kWh/mes, que apenas sirve para encender la radio y unos cuantos focos.
A pesar de los esfuerzos realizados en electrificación rural, mediante la instalación de redes eléctricas, aún tres millones de bolivianos no tienen acceso a electricidad y casi cuatro millones usan leña como fuente principal de energía. El agro boliviano sigue anclado en el siglo XIX, asegura un estudio de la Plataforma Energética, elaborado por el especialista Miguel Fernández y difundido por la Red Erbol.
La investigación “Role impacto socioeconómico de las Energías Renovables en el área rural de Bolivia” revela que la realidad de la Bolivia rural, donde vive casi el 40 por ciento de la población del país, está signada por bajísimos índices de desarrollo y una población dispersa, inconexa, aislada y marginada del mercado energético nacional.
En el área rural el abastecimiento de hidrocarburos es muy escaso. La principal fuente energética en estas áreas dispersas y alejadas es la biomasa (especialmente leña), que en promedio cubre el 80 por ciento de la demanda total rural de energía (hay algunas zonas donde este recurso cubre hasta el 97 por ciento de esta demanda, situación que no ha cambiado en los últimos años).
En cambio, el uso del Gas Licuado de Petróleo (GLP), ampliamente extendido a nivel urbano, sólo está presente en los centros rurales más importantes. En el resto del territorio nacional sencillamente no existe disponibilidad de este combustible, destaca el informe de la Plataforma.
Para el año 2007 se estimaba que la cobertura de electricidad en el área rural era de 39 por ciento, mientras que en las ciudades alcanzaba entre 80 al 90 por ciento de la población.
El estudio detecta que los consumos en electrificación rural alcanzan en promedio apenas a 25 kilovatios por mes (kWh/mes) por familia. La mitad de las familias rurales, que cuentan con electricidad, tiene un consumo inferior a 32 kWh/mes por familia, una cantidad de energía que solamente permite un uso limitado de la iluminación y la radio, así como de algunas horas de televisión.
“Se puede afirmar que una gran parte del sector rural está prácticamente marginado de los sistemas convencionales de energía. Mientras la población urbana de Bolivia vive ya en el siglo XXI, la población rural, dispersa y aislada, aún vive una realidad del siglo XIX. Dos siglos es la diferencia entre el campo y la ciudad”, dice el estudio elaborado por Fernández
MENOS ENERGÍA, MÁS POBREZA
La investigación también destaca que en el ámbito rural existe una estrecha relación entre pobreza y falta de acceso a la electricidad, se podría decir que son casi sinónimos.
Así, en base al criterio de medición de la pobreza basado en las Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI), se observa que el número de hogares rurales, en condiciones de pobreza extrema en Bolivia, es muy próximo al número de hogares en el área rural que no cuentan con energía eléctrica, lo que implica que el 90,17% de hogares sin energía eléctrica del área rural corresponden a hogares en situación de pobreza extrema (indigencia y marginalidad).
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