El Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) enarboló el proceso revolucionario de 1952, tomó las riendas del Estado y produjo los cambios más esperados por las clases populares; sin embargo, luego pasaron a una crisis de desgaste cayendo en el giro del proceso que terminó en 1985 con la relocalización de las minas.
El MNR introdujo en pleno a Bolivia el sistema neoliberal con tintes capitalistas y en el nuevo siglo tuvo que asumir el peso histórico de las acciones represivas que concluyeron con “octubre negro”.
Víctor Paz Estenssoro se caracterizó por hacer de la política un arte, el arte de lo posible. Su pragmatismo le permitió ser caudillo de la Revolución; mantenerse en el poder modificando la CPE; aliarse con corrientes opuestas y dictar un decreto que, pese a su impopularidad, no manchó su imagen de estadista boliviano.
“El país se nos muere”, sentenció Paz y aplicó el DS 21060.
Las sombras, sin embargo, sumieron a esta partido en una crisis de la cual parece no salir. El segundo gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada fue efímero y trágico. La protesta social rebasó al Estado y haciendo uso del aparato represivo, el mandatario no midió consecuencias, mismas que ya fueron advertidas en febrero de 2003.
“No voy a renunciar”, decía Sánchez de Lozada, haciendo oídos sordos ante un panorama insostenible y que pudo haberse evitado.
La masacre de octubre puso fin a una era de hacer política en el país, dio pie para que se asuma una nueva Constitución y se ingrese en la fase del denominado “proceso de cambio”. El costo para el MNR fue demasiado alto, porque después de su fundación, la elección de 2009 careció de su participación.
Hoy, los movimientistas no tienen representación en la Asamblea Legislativa y sólo algunas fracciones conservan cupos de poder en el oriente y sur del país. Después de 60 años de la Revolución, el balance de luces y sombras es analizado por la población.
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