Las palabras siguieron a los hechos sobre el terreno, que hacía días ya adelantaban que Damasco albergaba escasas intenciones de cumplir con su promesa de retirar los tanques de las calles y dejar de disparar desde mañana, plazo al que se había comprometido. El ministro de Exteriores sirio, Walid al Mualem, explicó en un comunicado publicado ayer, que si los rebeldes no entregaban “garantías por escrito” de que deponían las armas, el Ejército tampoco se retiraría de las ciudades. El anuncio supuso un jarro de agua fría para los que tenían esperanzas de que el llamado plan Annan, que establece una tregua a partir del 10 de abril, se vaya a cumplir. Los observadores consideran que las nuevas exigencias constituyen la enésima maniobra dilatoria con la que el régimen de Damasco pretende seguir avanzando posiciones hasta liquidar los focos de rebelión que resisten por todo el país.
Kofi Annan, mediador de Naciones Unidas y la Liga Árabe, anunció con alharacas la semana pasada que el presidente Bachar al Asad y los grupos armados rebeldes habían aceptado cumplir un plan de seis puntos que les había presentado y que incluye el alto el fuego previsto para esta semana. Con este acuerdo inicial aspiraba a frenar el baño de sangre que no cesa desde hace poco más de un año en Siria. Más de 9.000 personas han muerto víctimas de la represión gubernamental siria, según los cálculos de la ONU. “Estoy consternado por los recientes informes que indican un aumento de la violencia y las atrocidades”, indicó Annan ayer en un comunicado. “(Estos actos) violan lo acordado conmigo”, añadió, publicó EL PAÍS.