“Hasta las últimas consecuencias”, es el grito de guerra para promover bloqueos de calles y caminos y estremecer a la ciudadanía ávida de paz social. Tal actitud genera incertidumbre, zozobra e intranquilidad, no sólo en los lugares bloqueados sino en todo el territorio patrio, como muestra de intolerancia e incomprensión. Es un mal endémico que afecta a ricos, pobres, gobernantes y ciudadanos del llano, obstruyendo la actividad cotidiana, en perjuicio de toda proyección de desarrollo, en dictadura y democracia, profundizando las diferencias que debilitan el espíritu de pacificación nacional.
Los bloqueos atentan contra los supremos intereses de la Patria, la actividad productiva y la preciada cultura de la vida, en diferentes gobiernos de turno. Unas veces se dijo que se los realizaba por reivindicaciones sociales, otras veces para exigir el cumplimiento de promesas contraídas en tiempos electorales y algunas veces pidiendo solución a conflictos limítrofes de ciertas regiones. Esos conflictos dejaron como saldo muertos y heridos en el agro, las minas y la urbe, como ofrendas de violencia a la “pachamama”, tan mencionada en nuestros días.
Por lo visto el país ha caminado, no sólo ahora sino siempre, de tumbo en tumbo, reflejo propio del caos y la anarquía que han corroído peligrosamente el principio de convivencia civilizada, es decir la posibilidad de trabajar libremente y producir por el bien común.
Los países como el nuestro, con profundas deudas internas, parece que estuvieran condenados a soportar los golpes de la adversidad, que se traducen en medidas de presión, debido que se ha perdido la racionalidad y la sindéresis en cuanto se refiere al destino de la Patria.
En consecuencia vivir pensando en el país es vivir pensando en el futuro, en deponer actitudes maximalistas y actuar con humildad, para fines productivos y de paz social, tan requerida hoy como ayer. Asimismo es abrigar esperanzas o alentar proyectos para el venidero. Se trata no sólo de exigir sino de dar de nuestra parte.
Los “bloqueos” son incompatibles con diálogo, concertación y consenso, debido que son acciones radicales para imponer objetivos, pese a quien pesare. Como no se mide consecuencias, han provocado, en más de una ocasión, el desencuentro de los bolivianos, con víctimas inocentes, desgraciadamente.
Un país “bloqueado” no tiene opción a movilizarse hacia los caminos del progreso para lograr mejor calidad de vida, con pan, techo y libertad, a favor, fundamentalmente, de quienes mañana nos sustituirán en este mundo terrenal, colmado de actitudes al borde de cicatería, indolencia o indiferencia, que lastiman la dignidad de las personas.
En suma: constituyámonos, antes que la vorágine de las pasiones exaltadas nos destruya, en portavoces y constructores de la paz social duradera, que siempre abre la posibilidad de entendimiento, tolerancia y concordia, con el histórico propósito de alcanzar el bienestar social para las generaciones del presente y del futuro.
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