Por principio elemental de convivencia en cualquier sociedad, se debe tener en cuenta que nada hay mejor que la vigencia del orden y la tranquilidad, que los diversos grupos de trabajadores vivan atenidos al cumplimiento de sus deberes y que la colectividad en conjunto esté acorde con las leyes y, si hay causas o motivos para descontentos, se los haga conocer debidamente a las autoridades; lamentablemente, lo contrario ocurre en nuestro país con la presencia permanente de reclamos, exigencias, marchas, manifestaciones, protestas y extremos que no corresponden.
Cuando un Gobierno asume las riendas de la administración del Estado, forzosamente debe encontrar conflictos no solucionados, problemas que requieren atención y pronta solución porque tienen antigua data y que el régimen que concluyó labores deja que el nuevo equipo de gobernantes, con el mejor criterio atienda los casos; sin embargo, la costumbre es que sólo haya enrostramiento de lo mal que hizo o de lo que no hizo el antecesor. Y la verdad es que “las piedras dejadas en el camino de realizaciones” tienen el objeto de ser levantadas, atendidas, tratadas y utilizadas en lo que sea preciso; no pueden ni deben ser obstáculos para dejar los hechos y no enfocarlos ni encararlos con la premura y justeza necesarias. Su atención requiere, con urgencia, remedios que contengan, además, condiciones para que no se repitan o, en casos, no generen nuevos problemas.
¿Cuánto de lo pasado en las últimas dos décadas tuvo que atender, sin éxito, el actual Gobierno? ¿Y cuánto el anterior? ¿Cuánto tendrá que afrontar el próximo período con éste u otro régimen? La verdad es que los problemas nacionales no son de un partido o de un régimen de gobierno; son, en todo caso, problemas hechos conflictos que no fueron solucionados y que requieren atención inmediata.
Desde el año 2006, conflictos subsistentes del pasado no han sido atendidos o, cuanto más, han recibido remedios momentáneos o promesas de “estudiarse nuevamente, acorde con las posibilidades del país”. Ahí han quedado muchas dificultades no sólo para el régimen sino una desatención irresponsable a los planteamientos hechos por organizaciones laborales, empresariales, económicas, que tan sólo por efecto de transición de un régimen a otro, quedaron pendientes y que debieron ser encaradas inmediatamente después de posesionado el funcionario responsable.
Vivimos tiempos en los que “el pasado no cuenta” y, si cuenta, es responsabilidad de los “otros, de los que estuvieron antes en el poder”. Falsa e irresponsable premisa que lo único que hace es agravar situaciones y da lugar al surgimiento de nuevas dificultades, problemas y situaciones extremadamente peligrosas que pueden ser contagiosas e involucrar en sus consecuencias a otros sectores. No es, pues, conveniente creer que sólo en el pasado se cometió errores cuando ahora, por diferentes razones o sinrazones, se comete los mismos yerros que, por diversas causas, adquieren mayor gravedad.
El Gobierno, por su responsabilidad y conveniencia tendrá que tomar en cuenta que también la dejadez, el descuido, el nomeimportismo o el dejar para el futuro soluciones que son requeridas hoy, también es forma de crear nuevos conflictos y el diferirlos para “lo que venga” puede tener consecuencias funestas para el propio régimen. Es importante obrar con honestidad y responsabilidad dando al que corresponda la parte equitativa de cada caso y no enrostrar a otros las propias culpas.
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