Ginebra.- Los máximos responsables de tres agencias de la ONU -Unicef, OMS y Acnur- denunciaron ayer de manera conjunta la indiferencia de la comunidad internacional hacia la hambruna en la región africana del Sahel, donde más de tres millones de personas padecen actualmente una malnutrición severa.
“Si no hacemos nada en los próximos meses, muchos niños morirán y muchas familias sufrirán”, manifestó ante la prensa el director ejecutivo de Unisef, Anthony Lake, que indicó que la vida de entre 1 y 1,5 millones de niños “pende actualmente de un hilo”.
Lake compareció ante los medios junto a la directora general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Margaret Chan, y el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, Antonio Guterres, en un esfuerzo mediático conjunto poco habitual que persigue devolver la atención mediática y política a esta tragedia humanitaria olvidada.
“Vivimos en un mundo en el que solo se presta atención a un tema, en este caso Siria por razones obvias, y el resto de cosas se olvidan, lo que no quiere decir que no existan”, explicó Guterres.
El Sahel es una región de unos cuatro millones de kilómetros cuadrados, repartida entre 12 Estados, la mayoría de ellos entre los más subdesarrollados y pobres del mundo, con población mayoritariamente musulmana, fronteras muy permeables y Gobiernos inestables: Mauritania, Senegal, Malí, Argelia, Guinea, Burkina Faso, Níger, Nigeria, Camerún, Chad, Sudán y Eritrea.
A la inestabilidad política, ejemplificada en las últimas semanas por la rebelión tuareg y la declaración de independencia del norte de Mali, se ha sumado en los últimos años una severa sequía, la tercera en la última década, que ha propiciado la ruina de las cosechas, la muerte de los rebaños de animales y la falta de agua.
Según Lake, se trata de una combinación explosiva de elementos, a la que hay que sumar el incremento de los precios de los alimentos y el combustible, y la aparición de enfermedades como la polio, el sarampión y la meningitis, lo que requeriría una respuesta múltiple por parte de la comunidad internacional y los países donantes.
Lake informó de que para evitar con garantías una alta mortalidad en la región en los próximos meses son necesarios 700 millones de dólares, de los cuales los donantes solo han facilitado por ahora la mitad, un porcentaje que cae hasta el 29% en el caso de los fondos solicitados y percibidos por Acnur para atender a los refugiados.
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