Amparo Loza Aguirre
Llega el 12 de abril, fecha en la que recordamos el Día del Niño, cuyos derechos se encuentran establecidos mediante Ley 1.152 de 14 de mayo de 1990. En esa fecha Bolivia ratificó la Convención Internacional de los Derechos del Niño, que es Ley de la República y es la consagración de los derechos de los menores. Por ello entró en vigencia el actual Código Niña, Niño, Adolescente (Ley 2.026), que establece y regula el régimen de prevención, protección y atención integral que el Estado y la sociedad deben garantizar a todo niño, niña y adolescente con el fin de asegurarles un desarrollo físico, mental, moral y espiritual, emocional y social en condiciones de libertad, respeto, dignidad, equidad y justicia. La Convención Americana dispone que: “Todo Niño tiene derecho a medidas de protección que su condición de menor requiere por parte de su familia, de la sociedad y del Estado”. La Convención considera que uno es niño hasta los 18 años de edad.
De acuerdo con la Ley 2.026, los gobiernos municipales en representación del Estado y la sociedad, a través de las comisiones municipales y las Defensorías de la Niñez y Adolescencia, deben cumplir las funciones de protección a la niñez y adolescencia en cuanto a la prevención de situaciones que pudieran atentar contra la dignidad personal. Sus principales atribuciones son:
- Velar por el cumplimiento de las sanciones municipales a locales públicos, bares, centros de diversión, espectáculos públicos y otros que contravengan disposiciones relativas a la integridad moral y física de niños, niñas y adolescentes.
- Desarrollar acciones de prevención contra el consumo de alcohol, tabaco y uso indebido de drogas.
Las autoridades con seguridad están preparando para el Día del Niño discursos que van y vienen, sabiendo que en la práctica nada de lo que está establecido en la ley se cumple. Ejemplo claro de ello es lo que pasa con niñas, niños y adolescentes que viven en la histórica zona de San Sebastián, donde se encuentran varios establecimientos escolares, la Facultad de Auditoría, y muchos institutos educativos. Allí se puede ver a pocos pasos la proliferación de bares, cantinas, discotecas, sin que nadie fiscalice y controle el expendio de bebidas adulteradas a menores de edad, quienes al estar en plena formación física, mental y emocional son presas fáciles de este mal, atentando contra su salud e integridad, ya que el consumo de bebidas alcohólicas produce deterioro y destruye las células del cerebro a gran velocidad. No sólo tiene consecuencias sobre el organismo, sino también está ligado a problemas como abandono escolar, bajo rendimiento y conductas delictivas, atentando contra todos sus derechos.
En las calles se puede ver a plena luz del día a consumidores habituales comercializando estupefacientes, a indigentes alcohólicos, puestos de venta de dulces que amanecen las 24 horas del día ocupando gran parte de las aceras; bares y discotecas con música estridente al amanecer, establecimientos de expendio de alcohol sin control, y lo peor de todo es que están al centro de los establecimientos escolares.
Niños sin haber dormido bien tienen que ver por las mañanas espectáculos degradantes. Este es el caos que nuestros niños, niñas y adolescentes viven en la ciudad y nosotros los padres permitimos que se infrinjan sus derechos, a la vida, la salud, el respeto, la dignidad, a la cultura y al esparcimiento.
En vez de pensar en construir la casa del pueblo o comprar un satélite, se debe pensar primero en construir centros de rehabilitación para los consumidores habituales indigentes que duermen en las calles y que son un mal ejemplo para nuestros niños, ¿de qué Día del Niño estamos hablando? Guarden su discurso para cuando inauguren bibliotecas en cada barrio, centros de recreación cultural, y erradiquen los establecimientos de expendio de alcohol a menores. De esta forma estarán cumpliendo con la función que la ley les ha delegado.
Que sean respetados los derechos de nuestros niños que merecen un mejor destino.
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