Existe el anuncio de que Potosí utilizará las aguas del Silala en tres proyectos. Parece que, finalmente, habremos despertado a la realidad que debimos vivir hace muchas décadas: aprovechar las aguas del manantial Silala, un conjunto de 99 ojos de agua (el canal por el que corre una parte de esas aguas es artificial; es decir, una obra humana) en proyectos que bien podemos llevar a cabo los bolivianos.
Hasta ahora, que se sepa, inclusive aprovechando la infraestructura que construyó la Bolivian Railway Company, los chilenos utilizaron esa riqueza acuífera, porque nunca desaprovechan cualquier descuido nuestro. Así ha ocurrido con nuestras costas, el extenso litoral y sus ingentes riquezas y lo mismo con las aguas del río Lauca.
El Silala se ha convertido, en las últimas décadas, en una prueba más del abuso de gobiernos chilenos y, ante los reclamos bolivianos sólo ha respondido con promesas y hasta con abonar por el uso de las aguas. Los argumentos que esgrimen son muchos y, conforme los expone, sólo quedan en ello, porque no hay continuidad en nuestros reclamos y los chilenos encuentran en ello razones para hacer lo que quieren. Aprovechar las aguas del Silala es prácticamente dar vida a mucho territorio, es explotar grandes riquezas y, además, según la política militarista chilena, consolidar derechos que nunca tuvieron sobre esas riquezas.
Los proyectos anunciados por Potosí, por pequeños que fueren, deben ser el principio para iniciar un aprovechamiento masivo de lo que nos pertenece y sólo los remanentes permitir que Chile los aproveche con las compensaciones económicas del caso, puesto que, de otro modo, no hay solución posible a un problema que tiene muchas décadas de reclamos que ese país no reconoce ni quiere tomar en cuenta para arreglos que determinarían beneficios para ambos países.
El Silala es la prueba tangible del abuso chileno; nuestra debilidad de no haber dispuesto de esas aguas conforme nos convenga, es culpa sólo de nuestros gobiernos que siempre esperan “la buena voluntad de regímenes que dependen de la voluntad omnímoda del militarismo”. Esas aguas bien podrían desarrollar la agricultura en esa región de Potosí que permanentemente ha sido dejada a la poca iniciativa de pocos campesinos, porque para la mayoría de las entidades y de los gobiernos departamentales no ha sido imperioso solucionar.
Los descuidos nuestros han sido de tal magnitud que ni siquiera los informes de comisiones que se trasladaron a toda la región del Silala, han sido dados a conocer y tampoco se han hecho los estudios necesarios para ver cuándo, cómo y hasta qué punto se puede aprovechar esos recursos acuíferos. Quienes han conformado las respectivas comisiones tampoco han declarado nada y menos aportaron algunas ideas sobre lo que podría hacerse en el futuro. Los gobiernos chilenos no son, pues, del todo culpables o responsables de lo que nosotros no atendemos ni tomamos con la conciencia debida. Ahora, podría ser el principio para que el Gobierno recapacite y se proponga iniciar un período en que pueda cumplir siquiera una mínima parte de lo prometido porque el país tiene riquezas inexplotadas, extensas áreas de cultivo, posibilidades para crear riqueza y generar empleo y no dejar que se invada nuestro territorio por fronteras abandonadas y lleguen colonizadores que con el tiempo asienten sus reales y se apoderen de lo nuestro alegando que es suyo.
El caso planteado por Potosí debería ser apoyado plenamente por el Gobierno, coadyuvando a todos los planes y promoviendo, además, la iniciación de muchas obras que, muy luego, abarcarían regiones de nuestro territorio que permanecen abandonadas. Lo importante ahora es no dejar las iniciativas en los simples anuncios, porque son los descuidos de mucho tiempo los que han originado que Chile aproveche todo lo “dejado al tiempo y a la buena fe” el que no se hayan formulado debidamente los reclamos y que se haga justicia con nuestra causa.
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