Nuestra ínclita ciudad de La Paz vive en simbiosis con el caos y la incertidumbre. Sus calles y avenidas, paseos, jardines y edificios forman hoy parte sustancial del pesimismo, del miedo y de la inquietud, reflejados en el rostro del ciudadano. La gente de los cuatro puntos cardinales de Nuestra Señora de La Paz está arrinconada y piensa dos veces antes de subir o bajar la difícil topografía. Muchas veces prefiere dejar para mañana lo que debe hacer hoy. Pero mañana y pasado, la situación es más insoportable y compleja que el día anterior.
En una sola jornada, los pobladores de los barrios paceños enfrentan cortes inesperados de vías de acceso al centro de la ciudad; aguantan a regañadientes el “desvío” de vehículos de servicio público porque los núcleos sociales contestatarios cerraron, sin derecho alguno, la calle.
Los descontentos se han apoderado de calles y avenidas. Han hecho de ellas el escenario de lucha y reivindicaciones sociales. El ciudadano común ha sido desplazado a la categoría de paria en su propia ciudad.
La intransigencia, sin embargo, no sólo es atribuible a los descontentos, sino también a quienes gobiernan, no se organizan y hacen oídos sordos a los reclamos por justicia social, calidad de vida y empleo.
En perspectiva, la ingobernabilidad latente en La Paz retumba en sectores que con su trabajo y producción contribuyen a la economía local y nacional. Así, por ejemplo, el turismo que debería ser una de las primeras industrias aportadoras de divisas, apenas sobrevive porque no existe seguridad para los usuarios extranjeros.
En cuanto a la hotelería paceña, situada por desgracia en avenidas y calles en conflicto, su situación es desesperada. No existe seguridad para el turista ni para los grupos en tránsito, ocupantes habituales de los hoteles. Marchas, paros, bloqueos, “toma” de edificios, etc. asustan, espantan y no son atractivos para los visitantes.
La ciudad de La Paz, sede de gobierno, paga un alto precio social y económico por las discordancias políticas. Para colmo, el alza constante de los productos de la canasta familiar influye en los costos de servicio en todos los hoteles. No hay presupuesto que soporte tamaña presión.
Si al caos e incertidumbre agregamos la corrupción de “inspectores” de toda índole, que gravan con multas o utilizan el chantaje para ciertos “arreglos”, inferimos que la industria del turismo y de la hotelería paceña está al borde del colapso económico.
La situación tensa que diariamente castiga a los paceños, tendría dos salidas. Una, que el Gobierno, los ministerios y las municipalidades cumplan sus compromisos; generen nuevos empleos y mejoren el nivel de vida de todos nosotros los bolivianos, ahuyentando en los hechos el descontento social. La segunda opción parece bosquejada en el rictus amargo de la ciudadanía paceña, que se va cansando. Esto suena a una posible reacción contra los gobernantes y los que reniegan del Gobierno.
Vale la pena recordar a los actores involucrados el axioma histórico: “La Paz es cuna de libertad y tumba de tiranos”. Es decir, los paceños estamos tiranizados por el caos y la ingobernabilidad, dos emblemas que agotan la paciencia de habitantes y estantes de nuestra querida ciudad.
(clovisdiaz@yahoo.es).
Usurpado el 7 de octubre de 1970, por defender EL DIARIO |
Dirección:
Antonio Carrasco Guzmán
Jorge Carrasco Guzmán Consejo de Administración:
Miguel Lazo de la Vega |
Ernesto Murillo Estrada |
Rodrigo Ticona Espinoza |
"La prensa hace luz en las tinieblas |
Portada de HOY |
Caricatura |