Las paradojas y avatares de nuestra muy criolla vivencia dieron paso a la creación de nuevos vocablos, a su uso indiscriminado, alentado, consciente o inconscientemente, por quienes están llamados a orientar sobre la utilización correcta de nuestro idioma, haciendo que “sin querer queriendo” se presten a amplificarlos.
Hace algunos años, a alguien se le ocurrió exclamar: “al interior de mi partido existe...”, o algo parecido, y desde entonces, hasta en medios de comunicación audiovisuales y orales se suele utilizarla esa frase hasta el hartazgo. De tal manera que “al interior” se ha convertido en una especie de muletilla. ¿Qué se podrá hacer si hasta las autoridades de uno u otro nivel la emplean en sus intervenciones diarias?
Otra expresión ya cotidiana, y con las mismas características, es “trameaje”. Mucha gente se queda un tanto azorada cuando los propios comunicadores utilizan esta palabra para referirse a los trayectos cada vez más cortos de las distintas líneas de transporte público.
Recordemos que la palabra “tramo”, según diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, se refiere a: “Parte en que está dividida una cosa que se desarrolla linealmente, como un camino, calle, etc.”. Suponemos que por ello a algún ingenioso dirigente de los transportistas públicos se le ocurrió -ante la imposibilidad de lograr elevar el precio de las tarifas- prestar servicios solamente por tramos, lo que hoy hace que el ciudadano de a pie tenga que gastar hasta más de tres veces, por concepto de pasaje, para trasladarse desde su barrio hasta cualquier otro punto de la urbe, particularmente en el servicio nocturno de los “minibuses”.
Desde el denominado “gasolinazo” de diciembre de 2010, los chóferes propietarios impusieron el transporte por tramos, dejando de lado los recorridos de parada a parada y con una tarifa única. Entonces surgió el tristemente célebre “trameaje” y por la fuerza de su persistente uso, no sería raro que pueda ser adoptado al menos como un modismo boliviano.
Así por el estilo existen otras “palabrejas” o expresiones que son paulatinamente incorporadas o adoptadas por el lenguaje popular, sin que alguien haga algo para orientar o educar respecto al uso correcto de nuestra lengua. Ciertamente, la censura es para las autoridades pertinentes y los entendidos en la materia.
Por lo demás, sobre tal “trameaje” es tiempo de que las autoridades correspondientes se amarren muy bien los pantalones, a fin de evitar que continúe semejante abuso monopólico que inflige el transporte público a los usuarios. Y, por el contrario, se debe exigir que de una buena vez se haga realidad el ofrecimiento electoral en torno al transporte masivo mediante los buses articulados, los que tendrán que ser protegidos y cuidados por los propios usuarios, para evitar de esa manera el sabotaje al que estarán expuestos por parte de la misma gente agremiada en esas organizaciones que, de una u otra manera, se verán afectadas por lo que algún concejal de las filas gubernamentales calificó como “competencia desleal contra los transportistas”.
Recordemos que existió la Empresa Municipal del Transporte Automotor (EMTA), que fue objeto de una serie de actos dañinos desde esos sectores, habiéndose reducido hoy a un “cementerio de buses”, cuando en su tiempo fue un servicio que mitigó las penurias de cientos de miles de pasajeros que de tal modo pudieron, con un pasaje económico y en forma cómoda, trasladarse desde los sitios más alejados al centro capitalino. Fue también su mala administración lo que condujo a su desaparición. Finalmente, hacemos hincapié en que prácticamente nadie está de acuerdo con el “trameaje”, así esa malhadada expresión sea hoy moneda corriente.
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