Ayer me di un bálsamo de renovación al ver a dos centenares de jóvenes recibir su acreditación como auxiliares de docencia y constatar, que la UMSA se mantiene al frente de las universidades en materia de lo poco de investigación que hay en nuestros centros educativos terciarios; también constaté que como decía Heráclito: “Todo fluye y nada permanece”, porque otros toman la posta que uno va dejando.
Empiezo por una constatación sencilla. Aquella expresión: “Hay que tener los pantalones bien puestos” o la otra “Con el cinturón bien amarrado” caen por su propio peso cuando se constata que hoy los jeans que utilizan los jóvenes los tienen a media asta, que los bolsillos posteriores están más cerca del tendón de Aquiles que de las nalgas y que la mayoría ya no necesita el cinturón. Se podría colegir que es cuestión de moda, pero es algo más, detrás está todo un cambio en las estructuras a las que tienen que acomodarse los mayores.
Los jóvenes mayores de 17 años tienen más horas de televisión y de computadoras que cualquier adulto, la educación visual que reciben diariamente supera ampliamente los datos que imparte el maestro pizarra de por medio al que, de paso consideran obsoleto.
Cuesta entender la interpretación del sociólogo que afirma que el joven de hoy ha perdido el miedo a Dios, el sentido de culpa y le cuesta establecer la brecha entre el bien y el mal. Ésta parece una aseveración muy rotunda, mas al poco tiempo pude constatar que iba contra corriente, ya que en una reunión, en la que los jóvenes comentaban con lujo el programa de Marcelo Tinelli y se conocían de memoria los nombres y vida íntima de los bailarines, me sentí como perro en barrio ajeno.
Los adolescentes de hoy ya no toleran la imposición ciega. La obediencia no es una virtud suya. Por el contrario, les ha tocado vivir una época de absoluta desobediencia, de manera que los padres debemos consensuar hoy la comida, a dónde vamos a salir y qué canal de televisión vamos a ver, cuando no, cada quien tiene un televisor en el cuarto y ve lo que quiere.
A eso se llama también participación, porque en los hogares de hoy los jóvenes se han acostumbrado a participar en muchas de las decisiones que les afectan y suelen estar muy poco dispuestos a la imposición de diversos tipos que frecuentemente se presenta en el colegio, la casa o en el mismo grupo.
De esta manera, el viejo argumento que aprendí y repetía continuamente en algunos foros, que señalaba entre otras cosas, que los dioses de hoy son el poder, el placer y el dinero, lo tendré que cambiar porque ahora este lenguaje queda anacrónico para los más jóvenes.
“Es cada día más difícil enseñar a los jóvenes de hoy. Hay que hacer una lectura social de las nuevas corrientes”, me comentaba un experimentado docente, quien presenció el acto en el paraninfo universitario. Tiene razón, porque constato que pocos jóvenes se compran un periódico, pasean con un libro bajo el brazo o se deleitan con un tema musical de contenido; hoy estamos en el mundo del video-clip, que requiere una elevada interacción de todos los sentidos para componer la combinación de música, relato e imágenes que se modifican vertiginosamente. Para tantas cosas al mismo tiempo, no estoy preparado y tendré que cambiar mi chip.
Ernesto Murillo Estrada, es editor general de El Diario.
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