Hace unos días se recordó el hecho histórico de la Revolución Nacional, que se inició en su etapa de “plenitud” el día 9 de abril de 1952, y decimos de plenitud, porque ya antes, en los gobiernos de Germán Busch y Gualberto Villarroel, se dieron los primeros antecedentes de este proceso, que aún en este tiempo espera su prosecución hacia su objetivo final, que no es otro que la construcción del Estado Nación Boliviano, autosostenido y autosuficiente.
Pero todo proceso revolucionario es obra de hombres (seres humanos) que elucubran ideas y luego éstas son llevadas a la práctica; ya Vladimir Ilich Ulianov sentenció: “No hay práctica revolucionaria, sin ideas revolucionarias”. Y así como la Revolución Francesa se basó en las ideas de los “Enciclopedistas”, entre estos Voltaire, Montesquieu, Rousseau y otros, la Revolución Rusa en las ideas de Carlos Marx y Federico Engels, la revolución nacional boliviana se sustentó en las ideas de los nacionalistas que salieron de las trincheras del Chaco, donde reflexionaron acerca de que no existía el Estado Nación boliviano. Y es que ni en esas trincheras hablaban el mismo idioma y los indígenas que habían sido llevados al frente de guerra, no tenían la más remota idea de por qué estaban allí, es decir de la concepción de Patria.
Los hombres de la revolución nacional que salieron del Chaco aparecen en el periódico “La Calle”, cuyo primer número se editó el 23 de junio de 1936. Entre esos periodistas intelectuales estuvieron Nazario Pardo Valle, Carlos Montenegro, Augusto Céspedes y Armando Arce, y otros entre los que aparecen más tarde Hernán Siles Zuazo, José Cuadros Quiroga, Gamaliel Churata y muchos de los que después hicieron la revolución, alentando a los gobiernos de Toro (aunque éste ordenó su primera clausura), Busch y Villarroel. La línea editorial de este medio escrito fue la defensa de los intereses bolivianos frente a la Standard Oil y la crítica acerba a los viejos políticos de la “rosca” (oligarquía gobernante); también tuvieron vida los periódicos Busch y Pregón.
Esos hombres atrincherados en “La Calle” y otros medios fundaron el MNR en 1942 y poco tiempo después aparecen en el gobierno de Gualberto Villarroel, al que le imprimen las ideas del Nacionalismo Revolucionario, a partir de lo expuesto por Carlos Montenegro en su libro “Nacionalismo y Coloniaje”, donde plantea la tesis de nación versus antinación, y la fórmula de la alianza de clases para la liberación.
Luego de la caída del gobierno de Villarroel, los hombres de la revolución sostuvieron una larga polémica ideológica con los “piristas” de corte marxista que estaban al servicio del poder minero feudal, y construyeron el ideario nacionalista con el que se hizo la revolución del 52, que se ajustaba a la realidad nacional y no copiaron las recetas marxistas o liberales como sucede frecuentemente.
Los hombres que elaboraron la teoría revolucionaria, como Carlos Montenegro, José Cuadros Quiroga, Walter Guevara, Alberto Mendoza López, Víctor Paz Estenssoro y otros; los que lideraron el levantamiento de abril de 1952, como Hernán Siles Zuazo, Juan Lechín, Jorge Ríos Gamarra, Hugo Roberts, los hermanos Gonzales Valda y otros cientos; los que enfrentaron la represión de los gobiernos post Villarroel desde los comandos revolucionarios, como José Luis Cárdenas, Federico Alvarez Plata, Juan Valdivia Altamirano y cientos de hombres y mujeres que sufrieron represión política; las valerosas mujeres de la revolución, como Sabina Vargas de Rivero, Ela Campero, Etelvina Rueda de Peña, Luisa Zárate de Caballero, Mary Cortez y otras de antes de 1952; Rosa Lema Dolz, Lidia Gueiler (después primera presidenta de la República), Matilde Olmos, Carmela Baptista, Hilda Pacheco, Ayda Carvajal, Norma de Bacarreza y cientos de mujeres de todas las etapas del proceso, así como las mujeres agrupadas en la organización de las “Barzolas”, mujeres del pueblo como la “paucara”, que en palacio bailó en un festejo patrio en palacio con el entonces presidente Paz Estenssoro, en esa revolución de gran contenido popular y revolucionario; los miles de anónimos revolucionarios, hombres y mujeres, dieron su esfuerzo, conocimientos y acción para que ese proceso haya pasado a la historia como uno de los más ricos en realizaciones, sin olvidar sus sombras, que las hubo.
No podemos olvidar a los dirigentes obreros y trabajadores que fundaron la COB, y organizaron un sindicalismo fuerte y poderoso, que fue sostén de la revolución y sus medidas, encabezados por Juan Lechín O., Germán Butrón, Mario Tórrez C., Angel Gómez G., Carlos Tovar B., y los cientos de dirigentes fabriles, mineros, chóferes, constructores, harineros, ferroviarios y de todos los sectores de trabajadores, así como los dirigentes campesinos, de las clases medias, estudiantes y universitarios, que con esa “alianza de clases” hicieron posible la revolución de 1952, recordada en estos días, luego de 60 años de su inicio.
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