Sepultura cristiana

Defender el territorio boliviano y las costas marítimas del Litoral con sangre, coraje y en condiciones adversas frente al ejército araucano, parecería que no fue suficiente. El ofrendar su vida en los campos de batalla de Antofagasta, Calama, Tocopilla y Mejillones, tampoco.

Desde hace 133 años a don Eduardo Abaroa no lo dejan descansar en paz en su tumba, aunque como todo ser humano merece descanso después de su muerte. Su mismo pueblo y gobiernos de turno, en tiempo de dictadura o en democracia, fascistas o populistas, nacionalistas o revolucionarios, capitalistas o socialistas, siguen paseando sus restos mortales, de calle en calle, de iglesia en iglesia, de plaza en plaza, hasta exponerlo en actos públicos sin piedad. Basta de humillar a un héroe, basta de hacer antipatria y chauvinismo.

Si pudiera hablar nos diría: “déjenme descansar en paz, qué más quieren de mí, ya hice todo lo que pude hacer, y ya di todo lo que pude dar”.

Esto se ha convertido casi en un teatro como en los tiempos de Nerón, cuando los cristianos eran sacrificados por los leones a vista del pueblo.

Si fuera positiva esta actitud, tendríamos que rescatar los restos mortales de todos nuestros héroes, grandes hombres que pasaron a la historia, para recordar aniversarios y rendir honores solemnes, lo que no es correcto. Y si hablamos de personajes a nivel mundial que hicieron historia por sus aportes a la humanidad, como Sócrates, Platón o Aristóteles, por muy sabios o patriotas que fueron, todos están en su tumba.

La historia nos dice que después de su muerte los restos mortales de Abaroa descansaban en el cementerio de Calama y fueron repatriados a Bolivia en 1952, desde ahí comenzó el calvario de los traslados, los problemas de gobierno se los distraía con sentimientos nacionales, al presente ya son 60 años de recorrido por las calles bolivianas.

No comparto esta forma de rendir homenaje, es más, me disgusta, como a la mayoría de los bolivianos, que un hombre de grandes hazañas sea tratado como un objeto novedoso, démosle un entierro cristiano y en un lugar solemne, pudiera ser la plaza Abaroa. Dejemos descansar en paz a don Eduardo Abaroa.

Para recordar al gran héroe, adoptemos todos los días actitudes, pensamientos positivos y coraje que nos dejó como legado, y el 23 de marzo, Día del Mar, portemos en los desfiles su estatua, fotografías, pancartas, mensajes u otros objetos. Recordemos que la Patria está primero y repitamos mil veces: “¿Rendirme yo?, que se rinda su abuela c...”. También aclaremos que no hemos perdido el mar boliviano, fue usurpado por el ejército chileno. Nunca renunciaremos al derecho de salida al mar, así hayan pasado 133 años.