Hasta el 24 de diciembre de 2009 el país estaba más o menos tranquilo, pero a partir del DS 748, del aumento de carburantes, divulgado con imposición y autoritarismo por el vicepresidente Alvaro García Linera, en reemplazo de Evo Morales, que se encontraba en Venezuela, y como regalo por la festividad de Navidad, el Gobierno dictó el infausto “gasolinazo” que abrió las puertas al caos y la anarquía, provocó la especulación y el agio, alza de precios en artículos de primera necesidad en mercados de abasto, también subieron en la industria, el comercio.
Ante el descontento y rechazo general, la población irritada se había levantado, obligando al Presidente, después de seis días, a retornar de prisa para abrogar esa ley; borrar con el codo lo que se hizo con la mano. Fue una disposición descabellada de “economistas” que no pensaron en las consecuencias para el pueblo boliviano que actualmente sufre el impacto de la mala alimentación, inseguridad alimenticia. Sin duda, el “gasolinazo” y el “TIPNIS”, señales negativas, afectaron la imagen del Gobierno, con caída de popularidad del mandatario, al que parece importarle poco y no ve la realidad.
El principal alimento de la población es el pan. Antes de 2006 con Bs.1 se compraba 4 panes de batalla, hoy con Bs.1.60 se compra 4 con menor peso. El almuerzo del obrero era de Bs. 2.50, ahora cuesta Bs. 7. La carne tenía un precio de Bs. 10.50, ahora vale Bs. 24 el kilo. El pollo costaba Bs. 8.30, ahora Bs. 16.50, para no detallar más. Las amas de casa cada semana dan un grito al cielo en los puestos de venta. Van a los mercados con cartera llena y regresan con canastas vacías.
El eslogan de “Vivir bien” es sólo propaganda. Muchas familias de la clase media prefieren acudir a restaurantes, aunque en estos locales antes se almorzaba con Bs. 6, ahora cuesta Bs. 13.50, y con una ración miserable. La gente come una sola vez al día y duerme con hambre.
Ante la depreciación de la moneda, muchas familias optan por prescindir de trabajadoras del hogar que exigen sueldos de más de Bs. 2.000, vacaciones, aguinaldo, televisión, radio, lavadora, limpiadora eléctrica, viático semanal, asistencia a centros médicos, escuelas nocturnas y otros beneficios. Ante la imposibilidad de ser atendidas, son despedidas para ir a engrosar las filas de desocupados.
El Gobierno firma muchas leyes y acuerdos que no se cumplen, entre debilidades y desaciertos se producen las actuales exigencias de sectores sociales que solicitan mayores incrementos salariales, presionan con bloqueos, marchas, paros, huelgas de hambre y ante la crisis social, cuyos pedidos se justifican por la pérdida del poder adquisitivo, el poco dinero en la billetera no alcanza. “No hay barriga llena ni corazón contento”.
La contraparte de estos conflictos está en que muchas empresas trabajan a media máquina, no hay trabajo ni incentivo a la producción y la productividad. Hay industrias grandes, pequeñas y micro empresas que hacen esfuerzos para pagar sueldos, salarios y con deudas bancarias hasta el cuello. Al área de la economía poca importancia le otorga el Gobierno, que se dedicó desde 2006 más a la política criolla, tratando de implantar el socialismo-comunista en Bolivia, que en otros países no funciona y fue arrojado al basurero, ahí está Cuba. No hay crecimiento de la economía de empresas por falta de inversiones. Hace falta empleo formal. Existe alto nivel de desempleo. Se necesita una política de Estado, transformación económica y de producción.
Se dijo que se iba a construir una agenda con visión económica, pero nada hay. Los empresarios piden que no se maneje cifras. El incremento salarial pondrá en riesgo a las industrias, ya que muchas están al borde de la quiebra. Hay empresas que no pueden incrementar salarios, dar paso a exigencias exageradas y la propuesta gubernamental podría hacer quebrar empresas. La invasión de textiles, ropa de China, eclipsa a la manufactura textil nacional por la desleal competencia. Los chóferes suben tarifas, no acatan leyes. En el pueblo boliviano se advierte frustración, incertidumbre, desengaño, soberbia y desgaste político.
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