Seguramente como parte de una estrategia política, el deseo de complacer a sus jefes de partido, para demostrar “sapiencia” política, figurar en los noticieros de TV o finalmente buscando su lucimiento personal, muchos dirigentes sindicales y toda clase de funcionarios gubernamentales aprovechan cuanta oportunidad se les presenta para hacer declaraciones a los medios de comunicación, expresando que nuestro país es ideológicamente antiimperialista, anticolonialista, antinorteamericano, antifascista, antiempresario (de cemento), antineoliberal, antimaquiavelo (?), antiTIPNIS, antichileno, anti 21.060, anticlerical y… hasta anticapitalista (Dios nos libre).
Y todo lo mencionado no es, pues, una novedad, porque hasta los líderes políticos expresan públicamente y a los cuatro vientos esos sentimientos “antis”.
Frente a tal situación y si analizamos el contenido de esas palabras, basándonos en que “anti” significa “lo contrario”, estaríamos (ojo: estaríamos) viviendo en una sociedad en la que sus habitantes se oponen (o nos oponemos) a todo; es decir, seríamos un país “antitodo”.
ANTICOLONIALISMO
Ser anticolonialista sería estar en contra de “todo lo que proviene de afuera” (de otros países, se entiende); y entonces, si así ocurriera, tendríamos que eliminar el idioma castellano, la religión cristiana, la moda, la ciencia, la tecnología, la arquitectura, etc. porque todo ello es parte de la cultura occidental que está vigente en la mayor parte del planeta y esta cultura se impuso en nuestro suelo porque Bolivia, desde hace siglos, es parte, precisamente, de esa cultura (valga la redundancia).
Tan interesante es el asunto que quisiéramos saber qué estará o qué actividades estaría desarrollando una oficina creada para “luchar contra el colonialismo”. Desde estas líneas sólo podemos afirmar que una nota periodística es totalmente insuficiente para desarrollar este tema.
ANTICAPITALISMO
Esto ya es más espinoso: ¿esos políticos “anticapitalistas” no guían sus actos movidos por el capital? Porque capital es el dinero y sin él nada se movería. Todos trabajan para recibir dinero a cambio de su esfuerzo; y son políticos (o politiqueros) los que luchan, se sacrifican, sufren persecuciones, encarcelamientos (justos o injustos), son castigados con el odio popular cuando caen del “árbol” y hasta son cruelmente desterrados; todo con la esperanza de llegar algún día al poder y así solucionar en pocos meses y para todas sus vidas su problema económico, ¿o no?
EL FAMOSO DS 21.060
Un ejemplo entre varios: muchos políticos “zurdos”, todo orondos, afirman y reafirman que “el maldito 21.060 ha muerto”, cuando el mencionado decreto supremo está más vivo que nunca y la oferta y la demanda se las siente a cada paso en nuestras vidas, demostrándonos, una vez más, la vigencia plena del capitalismo curiosamente tan vilipendiado.
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Los bolivianos que no buscamos (ni nos interesa) congraciarnos con los gobernantes de la isla del Caribe y otros países autodenominados “enemigos del capitalismo”, debemos agradecer a los gobiernos de naciones extranjeras por la permanente ayuda social y económica que Bolivia recibe cuando así lo requiere, sin tomar en cuenta los casi cotidianos ataques verbales de nuestros políticos.
Los gobernantes pasan y queda la población a la que ocasionalmente representan. Esa realidad nos permite vivir con alguna tranquilidad (por el momento), hasta que las aguas se calmen y retorne la mesura necesaria.
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