Harry Trigosso Tapia
Esta larga huelga de los médicos en nuestro país ha llevado a posiciones antagónicas en la apreciación de sus motivos y consecuencias, para unos, los más, existen motivos sobradamente justificados para reivindicar derechos de los médicos; para otros, los menos, es una huelga injusta, carente de objetivos honestos y que solamente permitirá, si se consigue sus fines, “abultar más el ya cargado bolsillo de los médicos”, y refuerzan su criterio con la gastada muletilla de que el médico está invalidado para exigir reivindicaciones, por haber hecho el Juramento Hipocrático, y como en una sartén de nadie, éstos menos, amparados en una ignorancia utilitaria, pontifican y hacen giros reiterativos sobre el Juramento, como si éste fuera para permanecer estático ante su realidad y la de sus pacientes.
Alegre e interesadamente se confunden conductas morales cuando muy sueltos de cuerpo, y aun en esta crisis, sin ningún rubor compran casas, coches y hasta conciencias, pero protestan acerbamente, amparados en el Juramento Hipocrático, cuando pagan alguna consulta o hacen algún aporte destinado al rubro de salud en algún seguro.
Oíd los menos, el Juramento, dice… “Juro por Apolo el Médico, por Hygea y Panacea, por todos los dioses y todas las diosas a cuyo testimonio apelo, que yo con todas mis fuerzas y con pleno conocimiento, cumpliré enteramente mi juramento; que respetaré a mi maestro en este arte como a mis progenitores; que partiré con él, el sustento y que le daré todo aquello de que tuviese necesidad, que consideraré a sus descendientes como a mis hermanos corporales y que a mi vez les enseñaré sin compensación y sin condiciones este arte; que dejaré participar en las doctrinas e instrucción de toda disciplina, en primer lugar a mis hijos, luego a los hijos de mi maestro y luego a aquellos que con escrituras y juramentos se declaren escolares míos, y a ninguno más fuera de estos.
Por lo que respecta a la curación de enfermos, ordenaré la dieta según mi mejor juicio y mantendré alejado de ellos todo daño y todo inconveniente. No me dejaré inducir por las súplicas de nadie, sea quien fuere, a propinar un veneno o a dar mi consejo en semejante contingencia. No introduciré a ninguna mujer una prótesis en la vagina para impedir la concepción o el desarrollo del niño. Consideraré santos mi vida y mi arte, no practicaré la operación de la piedra y cuando entre en una casa, entraré sólo para el bien de los enfermos, me abstendré de toda acción injusta y no me mancharé por voluptuosidad con contacto de hombres o mujeres de libertos o esclavos.
Todo lo que haya oído durante la cura o fuera de ella, en la vida común, lo callaré y conservaré siempre como secreto, si no me es permitido decirlo. Si mantengo intacta la fe de ese Juramento, que me sea concedida una vida afortunada y la futura felicidad en el ejercicio del arte, de modo que mi fama sea alabada en todos los tiempos; peo si faltare al juramento o hubiere jurado en falso, que ocurra lo contrario”.
Este juramento llamado hipocrático y del que se duda que provenga de las enseñanzas de Hipócrates, es en el pensamiento de Eldelstein un manifiesto Pitagórico y no la expresión de un canon absoluto para la conducta del médico en la Grecia antigua. Pero preguntamos a los insensibles: ¿en qué parte del juramento se menciona que el médico debe vivir con ración de hambre, con una inseguridad en el presente y sin perspectivas para su futuro, como en algunos países de la avanzada socialista?
Olvidemos por un momento que el médico también tiene espaldas que proteger del frío y tiene pecho para respirar esperanzas. Olvidemos por un momento que el médico tiene mujeres e hijos, que también deben comer y vestirse, tener escuela, como todos los hijos de esta tierra .Olvidemos por un momento su drama cotidiano al que fue empujado por una vocación de solidaridad y trascendencia; pensemos en el enfermo, en ese ser estancado en el tránsito de la vida y la muerte, en el hombre pueblo de esta tierra, en el hombre del arado, la mina, las fábricas, de los niños que caminan por las calles vendiendo su pobreza en la soledad de su mirada, en el funcionario de la corva raída, en todas las mujeres, capital bendito de nuestra Patria y hasta en los manipuladores utilitarios del Juramento.
¿Todos no tendrán derecho - no favor- a ser atendidos en buenos hospitales, confortables, adecuadamente equipados, donde por su carencia no se regatee los medicamentos que aliviarán su dolor o evitarán el fantasma de la muerte?
El médico te da su constancia, su tránsito permanente de años, inquietud, detrás de un libro, un hospital, un laboratorio, para entender y muchas veces aliviar tu dolor, tu pena, te ha dado su juventud almibarada de búsquedas y tropezada en insomnios, te ha dado su madurez, su serenidad doliente cuando en la lucha desigual la muerte te arranca un ser querido y el hombre de blanco se queda desolado rumiando su impotencia.
Ahora te da su protesta, su ausencia de libros, de revistas, de limitada asistencia a congresos internacionales que lo ayuden a descifrar el sempiterno misterio de la vida y la muerte. No faltan los Judas, aquellos que trampean los horarios, los que eluden responsabilidades y que paradójicamente y gracias al favor político, son nombrados en cargos de alta responsabilidad, por suerte son muy pocos, hasta Cristo los tuvo entre sus discípulos.
Tomados de la mano, juremos por la solidaridad humana, “amanecernos una mañana eterna desayunados todos” (Vallejo), donde un pan ganado con dignidad, en una sociedad digna, haga digna la vida.
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