Los médicos del sector público no quieren cambios.
Recuerdo a mi padre arquitecto Alberto Iturralde Levy que proyectó con su hermano el Hospital Traumatológico adaptado a Hospital General, que devino en Hospital Obrero, propuesto por el presidente Enrique Hertzog en 1948, inaugurado recién en 1955 por Víctor Paz Estenssoro como obra de la Revolución Nacional, incluido un mural de Miguel Alandia Pantoja, para reforzar esa idea. Evidentemente, un galeno movimientista, Jacobo Abularach, fue su primer director. Porque simplemente la salud en Bolivia siempre fue manejada al compás de lo político, ver “Medicina y Política” de Luis Hurtado Gómez. Desde entonces se sigue con la misma medicina pública de entonces.
Personalmente no puedo quejarme de los médicos bolivianos. Pero en buen número están acostumbrados a la categoría y escalafón (como todo empleado público), por lo que se llenan de diplomas, sobre todo el de Gerencia de Salud, con el objeto de lograr aumentos de salarios. Cuando lo principal debería ser que perciban por rendimiento y calidad, medición posible sobre todo ahora con softwares especializados, lo que termina premiando a los buenos médicos. De esta manera, el médico malo no ganaría lo mismo que el médico bueno (ahora todos ganan igual, en función de diplomas y no de su relevancia profesional y de trato cálido). Podría ser una propuesta en contrapartida de las 8 horas.
El otro problema son las Cajas Delegadas que no deberían existir, ya que fomentan una asistencia a privilegiados, y dispersan medios, dedicándose últimamente a construir y comprar edificios (se han convertido en inmobiliarias) no adecuados o a adecuar los que tienen, trasladando a ellos sus vetustos equipamientos y malas costumbres. La cosa es no entregar dinero al Estado de lo que les sobraba, el que antes lo tenían como DPFs en los bancos.
Lo ideal sería que exista una sola Caja equipada con instrumentos de última tecnología y médicos que hayan estudiado también para manejarlos en sus respectivas especialidades. Siendo más rendidores y ofreciendo más calidad, podrán atender a más pacientes y mejor en menos horas, con buenos diagnósticos y sin necesidad de mantenerlos en clínicas día/meses; cuando sea necesario, practicarles cirugía laparoscópica con técnicas de mínima invasión, con posterior y rápida recuperación, por lo que se habla de cama caliente.
Además que ahora muchos médicos bolivianos para todo recetan Paracetamol (más enfermos de dengue mueren por la destrucción de sus riñones e hígado que por el dengue mismo) y Diclofenac, con lo que satisfacen a los enfermos acostumbrados a salir de la visita médica con algún remedio, porque de lo contrario el médico es malo. De ahí que en salud gastan un 50% en placebos.
En gran número tanto médicos como funcionarios públicos y de instituciones privadas de derecho público, como se llaman las Cajas Delegadas, han hecho lo que han querido en este país, sirviéndose de la sociedad en vez de servirla. No quieren cambios.
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