Hubo dos masacres y ninguna solución


En el año 2002 en un acto de asombro para propios y extraños, una mañana la Plaza Murillo amaneció con una alfombra de palomas muertas y agonizantes.

Después de la sorpresa, se comprobó que todas habían sido envenenadas con raticida mezclado con arroz cocido. Las comerciantes de maíz y otros granos en la plaza de armas, atribuyeron la responsabilidad a la Alcaldía Municipal.

Las aves presentaban un desgarrador panorama, expulsaban baba, muchas de ellas botaban sangre por sus picos, expertos en veterinaria afirmaron que eran síntomas del envenenamiento en cualquier animal.

Su muerte era lenta, de los aleros del Palacio de Gobierno, del Congreso Nacional, de la Catedral Metropolitana caían una a una durante gran parte de la mañana, los niños observaban ese panorama, muchos transeúntes perplejos no ocultaban su asombro e impotencia por la cobarde actitud demostrada por aquellos seres humanos que cometieron ese atroz hecho de insensibilidad.

Aunque no se comprobó que la acusación que se hizo en contra de la Alcaldía fuera cierta, activistas protectores de animales después de sendas protestas, propusieron que estas aves debían ser esterilizadas en vez de masacradas.

En el año 2006, cientos de palomas fueron envenenadas por personas inescrupulosas.

Entonces no sólo protestaron los voluntarios protectores de animales, si no también comerciantes de maíz de la Plaza Murillo, quienes amenazaron con asumir medidas de presión por el respeto a la vida de las palomas.

 
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