Marchas y bloqueos a gusto

“Como ya es una constante diaria el despertador suena alrededor de las seis y treintaicinco de la mañana, lo cual me da cabida a esos gloriosos veinte minutitos más en la cama pero esta sí será la excepción. Por las condiciones de las calles del centro paceño en las últimas dos semanas llevo acumulado tanto tiempo de retraso que si llego tarde hoy mas, con seguridad mi sueldo este mes no cubrirá siquiera mi aporte pseudo voluntario a la AFP.

A casi velocidad luz me despego de las sábanas, momento que considero el más delicado de cuando uno despierta. Por el frio otoñal que ya se siente el paso por la ducha es efímero como promesa de político y posteriormente procedo con un desayuno de campeón… de velocidad; un pan con un vaso de leche porque el tiempo pareciera pasar mucho más rápido en horario extra laboral.

Salgo de casa a paso doble para poder tomar movilidad de la esquina para darme cuenta que, para variar, las rutas han sido cambiadas para que los vehículos puedan transitar por algún recoveco de la urbe ya que hay manifestaciones en distintos puntos de la misma. Ni modo, a caminar se dijo. A paso firme transgredo el centro paceño, camino a la oficina, donde me topo con petardos por aquí, marchas por allá, gritos por más allá. Las posturas de ambas partes del conflicto suenan tan coherentes como incoherentes para mí. Son dos puntos de vista encontrados que no comprando a fondo pero al final, y como no implicado, igualmente me veo perjudicado en mi quehacer diario, sea de quien sea la culpa y al final solo me queda un gran remordimiento en el fondo… en lugar de ser un gran letrado en leyes como soy, debería haber sido dirigente sindical, educador o sanador para poder pasarme algunas jornadas laborales completas al aire libre en vez de en el trabajo”.