Hoy, como ayer, la permanente amenaza de una posible crisis alimentaria, consecuencia de los cambios climáticos o de la especulación en el precio de los artículos de primera necesidad, puso en alerta a los gobiernos de turno, quienes, urgidos por esa situación, tomaron las previsiones del caso, construyendo, inclusive, silos, como en los tiempos antiguos, a fin de cubrir las exigencias del momento histórico.
Jesucristo, en un acto estrictamente solidario que marca un hito en la historia de la humanidad, multiplicó panes y peces para dar de comer a una multitud de cinco mil hambrientos de su pueblo. Es verdad que el hambre ha sepultado imperios, ha tumbado gobiernos y destruido ídolos de carne y hueso, sin contemplación.
En ese sentido, en 1943 el mayor Gualberto Villarroel, a tiempo de asumir el mando de la nación, estaba convencido de esa realidad y por ello propuso el “Programa Enunciativo”, donde hizo hincapié, entre otros aspectos, en el tema de la producción alimentaria, con diversificación, como una medida necesaria e imperiosa para combatir, en el futuro, los efectos devastadores de aquel fenómeno.
De la quinua, “grano de oro” tan requerido en el mercado internacional hoy, el mayor Villarroel en su mencionado programa reiteró la necesidad de encarar un plan nacional de producción de dicho cereal, para el aprovechamiento interno, para la exportación e industrialización, previo estudio. Fue partidario de la elaboración de pan de quinua por su alto contenido nutritivo. En este mismo contexto tomó en cuenta a la cañahua. Ambas son productos agrícolas idénticos y propios del altiplano.
Además para promover esta actividad sugirió la formación de cooperativas agrarias, a fin de que coordinen la siembra y cosecha tanto de quinua como de cañahua.
Hasta entonces ningún caudillo, uniformado o civil, de derecha, izquierda o nacionalista, había trepado al Poder con un programa de gobierno, es decir con una visión hacia el futuro, con un vocación de servicio al país, con un proyecto definido o un norte a donde conducir la nave del Estado, sino que todo fue resultado de la improvisación y de la reacción hormonal.
El visionario militar, que abolió con una actitud revolucionaria el “pongueaje”, sistema de explotación de carácter social gratuito, impuesto por los sectores privilegiados, estuvo convencido de que ningún país, por más grande que fuera, estaría en condiciones de soportar los rigores de la crisis alimentaria. Y posiblemente ahora menos, cuando el planeta está superpoblado.
En este marco se preocupó por volcar ideas favorables para la productividad alimentaria no sólo en el altiplano, sino en el valle y el trópico. Alentaba y propugnaba ese proyecto, con la certeza de que el hombre puede vivir sin oro, pero no sin pan. Él quiso que el boliviano, citadino o rural, oriental u occidental, genere su propio sustento sin depender de potencia alguna. Obviamente que con esta inquietud quiso contribuir al bienestar social tan necesario en dictadura y democracia en todos los tiempos.
“No soy enemigo de los ricos, pero soy más amigo de los pobres”, afirmó el mayor Villarroel, quien había adquirido la vivencia de país en las trincheras de la guerra del Chaco de los años 30 del siglo pasado.
En suma: que el espíritu generoso del mayor Villarroel, muerto trágicamente, ilumine a los gobernantes de turno, para que emprendan tareas vitales y urgentes con el afán de multiplicar panes, a favor de nuestros semejantes, particularmente de los empobrecidos.
Usurpado el 7 de octubre de 1970, por defender EL DIARIO |
Dirección:
Antonio Carrasco Guzmán
Jorge Carrasco Guzmán Consejo de Administración:
Miguel Lazo de la Vega |
Ernesto Murillo Estrada |
Rodrigo Ticona Espinoza |
"La prensa hace luz en las tinieblas |
Portada de HOY |
Caricatura |