La ratoncita se casa

Cuento de LEÓN TOLSTOI


Un hombre que caminaba por la orilla de un río vio a un cuervo que había atrapado a una ratoncita. El hombre le lanzó una piedra al cuervo, el ave soltó su presa y la ratoncita cayó al agua; de allí la rescató el hombre, que se la llevó a su casa. Como no tenía hijos, se puso a pensar: “¡Ah, si esta ratoncita pudiera convertirse en una niña!” Y la ratoncita se convirtió en una niña. Cuando creció, el hombre le preguntó:

–¿Con quién quieres casarte?

Ella respondió entonces:

–¡Con el más fuerte del mundo!

El hombre se fue a la morada del Sol y le hizo la siguiente propuesta:

–Señor Sol, mi niña quiere casarse con el más fuerte del mundo. Puesto que tú eres el más fuerte, cásate con ella.

El Sol le respondió:

–Yo no soy el más fuerte: aquellos nubarrones pueden tapar mi luz.

Entonces, el hombre fue en busca de los nubarrones y les dijo:

–Nubarrones, ustedes son los más fuertes del mundo; cásense con mi hija.

Los nubarrones sorprendidos respon-dieron: no, no somos los más fuertes; el viento nos hace correr.

Esperanzado el hombre se dirigió al viento y le dijo:

–Viento, tú eres el más fuerte del mundo; cásate con mi hija.

Y el viento le respondió:

–Yo no soy el más fuerte: los montes me cierran el paso.

El hombre, pensando que al fin había encontrado lo que tanto buscaba, fue a ver a los montes y les dijo:

–Montes, cásense con mi hija; me enteré que ustedes son los más fuertes del mundo.

Estos respondieron:

–El ratón es más fuerte que nosotros, porque nos roe.

Entonces el hombre partió en busca del ratón y le dijo:

–Ratón, tú eres el más fuerte del mundo; cásate con mi hija.

El ratón aceptó, y el hombre regresó todo entusiasmado a su casa y le dijo a la hermosa muchacha:

–El más fuerte del mundo es el ratón: él roe los montes, los montes le cierran el paso al viento, el viento hace huir a los nubarrones y los nubarrones tapan la luz del Sol; y el ratón quiere casarse contigo.

Pero la jovencita respondió:

–¡Oh!, ¿qué voy a hacer? ¡No puedo casarme con el ratón!

Acongojado, el hombre exclamó:

–¡Ah, si mi niña pudiera volver a convertirse en ratoncita!

Dicho esto, la niña se transformó en ratoncita y se casó con el ratón.

 
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